martes, 29 de noviembre de 2016

La incertidumbre de los recuerdos

Recojo esta experimento del libro Capitalismo canalla de César Rendueles (Seix Barral, 2015). 
En los años noventa del s. XX la psicóloga Elizabeth Loftus diseñó un experimento que demostró la posibilidad de implantar recuerdos falsos en personas adultas sin recurrir a ninguna técnica agresiva de lavado de cerebro. 

Loftus seleccionó a veinticuatro personas y les entregó un  informe en el que se relataban sucintamente cuatro recuerdos de infancia: tres de ellos (obtenidos por la complicidad de sus familiares) eran verdaderos  mientras que el cuarto nunca había tenido lugar (se les “recordaba” que se habían perdido de niños en un centro comercial). Loftus les pidió que dijeran si se acordaban o no de cada uno de los cuatro episodios y que hablaran sobre lo ocurrido. 
Lo sorprendente no fue tanto que el veinticinco por ciento aseguraran que el recuerdo falso había sucedido, sino que añadieron todo tipo de detalles al tiempo que lo relataron con verdadera emoción. ¡Estaban convencidos de su veracidad!

Quizás necesitemos inventar los recuerdos; cumplirían así la misma función que los principios para Groucho Marx: "Si a usted no le gustan se los cambio por otros."

martes, 22 de noviembre de 2016

Cuentos y leyendas del nacimiento de Roma



Autor: François Sauterau
Traducción: María Durante
Editorial: Anaya, Madrid, 2002. 5,80 €

Como es sabido los pueblos elaboran mitos para explicar las interrogantes y cuestiones que intrigan e inquietan al ser humano cuando no pueden acudir a explicaciones racionales. También es conocido que los griegos desarrollaron una de las más ricas mitologías y que, como pueblo fundador de la cultura de occidente, esta literatura tuvo una gran influencia en todas las manifestaciones culturales posteriores. 
Roma injertó sus leyendas en las griegas (Eneas era un príncipe troyano que como Ulises tendrá que realizar un periplo sembrado de peligros por el Mediterráneo;  pero a diferencia de éste, Eneas no regresa a su casa, sino que se instala en nueva tierra y fundará una nueva patria). Más pragmáticos que los griegos, los romanos pretendían explicar al mundo que su ciudad estaba marcada desde el nacimiento por acontecimientos extraordinarios que anunciaban su prestigioso porvenir. El mensaje era claro, la ciudad del Tiber estaba predestinada y contaba con la protección de los dioses; los pueblos conquistados tenían que convencerse de su supremacía no sólo militar y económica sino también cultural y religiosa.

Esto es lo que podemos detectar en la adaptación que ahora presentamos y que se refiere a la leyenda de Rómulo y Remo, hijos de una joven seducida por Marte (el dios de la guerra) y que cuentan con la complicidad divina para llevar a cabo un verdadero derroche de generosidad, audacia y temeridad necesarias para realizar unas proezas ejemplares.
El libro abre nuevas perspectivas al joven lector y se convierte en una sugerente invitación a adentrarse en el mundo clásico griego y romano.
(P.M) Publicado en Peonza

martes, 15 de noviembre de 2016

Manipulaciones de la historia (El Caso de Casas Viejas)

La historia nos dice que dos años después de proclamada la II República, es decir en 1933, hubo una sublevación anarquista en  Casas Viejas un pueblecito de Cádiz. Guardias de Asalto al mando del capitán Manuel Rojas sofocaron la rebelión y arrasaron las casas del pueblo en donde se habían refugiado los últimos resistentes. Las órdenes habían sido cumplidas. Sin embargo a la mañana siguiente, antes de emprender el regreso a su acuartelamiento el capitán decidió dar un escarmiento general. Mandó que se fuera casa por casa y se detuviera a todos los varones, los llevó a la casa todavía humeante del Seisdedos, presunto cabecillo de la revuelta, y en el corral que había ante ella dio orden de fusilarlos a todos. El médico certificó que habían muerto en combate y el delegado del gobierno felicitó a Manuel Rojas.    

Este fue el comienzo del fin de Manuel Azaña según José Luis García Martín en el libro Lecturas buenas y malas (Editorial Renacimiento, Sevilla,2014). A partir de aquí periodistas afines al anarquismo (Eduardo de Guzmán, Ramón J. Sender) difundieron lo que allí había ocurrido y la derecha interpeló a Azaña Presidente del Consejo de Ministros en el Parlamento. Ausente el ministro de Gobernación, Casares Quiroga,  Azaña pidió información al subsecretario. Con los informes oficiales que recibió elaboró una respuesta ambigua y se negó a crear una comisión de investigación:”En Casas Viejas no ha ocurrido, que sepamos, sino lo que tenía que ocurrir”. Pronto se dio cuenta de que había ocurrido algo más “de lo que tenía que ocurrir” por lo que envió a un magistrado del Supremo. Y así logró que en 1934 se juzgara en Cádiz al responsable de aquella barbarie.

Sin embargo, este juicio fue aprovechado por la prensa de derechas y de la izquierda radical para arremeter contra Azaña considerándole un gobernante cruel que no dudaba en ordenar que se dispararan “tiros a la barriga” contra los pobres campesinos. Quedó esta leyenda y pocos se enteraron de lo que en realidad pasó en Casa Viejas y de lo que en verdad pasó en el juicio. 
Los diarios robados de Azaña y aparecidos en 1996 ya hablaban de su grave desinformación inicial. Los sumarios de los dos juicios que se celebraron sobre el caso se han revelado recientemente abundando en la misma idea. El análisis de todo ello para destruir una insidia y restablecer una verdad la hace Tano Ramos en El caso de Casas Viejas (Tusquets, Barcelona, 2012).

Interesante el origen de la frase “tiros a la barriga”. La utilizó Bartolomé Barba Hernández del Estado Mayor llamado a declarar por la defensa del Capitán Rojas.  Relató que esa fue la orden verbal que le dió Azaña cuando en 1933 ante los posibles ataques a los cuarteles de Madrid, le dijo “nada de detenidos, tiros a la barriga”. Nadie más escuchó esa frase, tampoco nunca la transmitió el citado mando, y de hecho no se cumplió ya que sí hubo prisioneros y heridos que se atendieron en el Hospital de Carabanchel. Además esto se refería a los posibles altercados de Madrid que nada tenían que ver los sucesos de Casas Viejas.  

Nada de esto importó a la prensa de derechas, que fue lo único que subrayó del juicio. El poder de la prensa convertía el caso de Casas Viejas en certero proyectil contra el político que mejor encarnaba a la República. Azaña, más que verdugo fue una víctima más de Casas Viejas; y la República también.

martes, 8 de noviembre de 2016

¡Puta Guerra!

Autor: Jacques Tadi  
Documentalista: Jean-Pierre Verney
Editorial: Norma, Barcelona, 2010

Cuando los poderes que deciden entrar en una guerra se conjuran cada uno por su lado en combatir hasta la victoria decisiva, el resultado es una hecatombe, una gran calamidad, un cataclismo producido por la política deliberada de los gobernantes, una catástrofe de dimensiones gigantescas por ambos lados. Si además, en cada grupo de aliados se alimenta la esperanza de contar con el concurso de nuevos países que se vayan sumando a su causa la continuación de la carnicería estará asegurada y por muy escandalosa que ésta sea tendrá su justificación y su sentido. El juego era un póquer macabro en el que para mantenerse en la partida había que estar dispuesto a poner más muertos que el contrincante sobre la mesa. Ese fue el juego en el que se vieron inmersos los soldados de la Primer Gran Guerra, evento que cuando se inició se pensó que sería una cuestión de meses, poco a poco se fue convirtiendo en una guerra europea y terminó en una guerra mundial; acontecimiento incómodo desde cualquier ideología. Esa es la sensación que deja entrever el guión de esta novela gráfica.  
 La locura además es que fue una guerra deseada en muchos aspectos y por ambas partes. El espíritu militar se había apoderado de gran parte de la sociedad, las exhibiciones militares formaban parte de la vida pública y privada y el idealismo patriota era ya una fuerza avasalladora. (Los gobernantes se sintieron muy presionados para actuar como lo hicieron. Según el historiador Chistopher Clark)


La flamante civilización europea se doblega ante los antagonismos nacionales. Las opiniones públicas se exacerban. Los individuos quedan empequeñecidos ante los mecanismos implacables de las alianzas militares. Generales idolatrados por la prensa y venerados por la población.
Esta propuesta denuncia también cómo unos cuantos juegan con el destino de millones de hombres; y así a partir del 30 de julio, unos entusiasmados, otros maldiciendo, otros por disciplina, más de diez millones de hombres son llamados a filas.
Se plasman combates violentos, inciertos pero siempre sangrientos; al principio los franceses llevan uniformes impropios de la estación veraniega, denunciando así la ineptitud de los mandos.
Desfilan cientos, miles, cientos de miles de soldados (800.000 alemanes contra 800.000 franceses y 60.000 ingleses) en una inmensa confrontación violenta y mortífera. Se suceden los reclutamientos de gente corriente para sumar efectivos a los ejércitos profesionales: campesinos, artesanos, obreros, desempleados, buhoneros, tenderos, comerciantes, carniceros, oficinistas, maestros, banqueros, estudiantes, ponen más carne en el asador. Demasiados soldados para que la guerra acabe pronto; los ejércitos se desangran, (los soldados mueren como reses dirá el poeta inglés Wilfred Owen) pero hay mucha vida en exposición por ambos contendientes para que termine la contienda pronto como en un principio se pensó. Podía seguir derramándose todavía mucha más sangre, y se haría; el número de bajas podía ser inmenso; y lo fue. Con la aparición de las trincheras aumentan las heridas en la cabeza. El problema en una economía de guerra era si las fábricas y el hierro se empleaban en hacer obuses o en hacer cascos protectores.
Se improvisan hospitales y personal para gestionar los espantosos sufrimientos de tantos cuerpos mutilados, malheridos o desahuciados.  Y los combates continúan. 
En la retaguardia francesa la economía funciona con el esfuerzo de mujeres, ancianos y niños.
Con la nueva estación los soldados se enfrentan ahora también al frío, a la lluvia y posteriormente a la nieve invernal. Y esto no estaba previsto por lo que hay improvisar ropas. Con el invierno se entierran definitivamente las ilusiones y certidumbres populares de victoria rápida. La guerra se estanca y prolonga en las trincheras mientras los nervios de los soldados se hacen trizas. En pocos meses se ha pasado del idealismo encendido a la decepción, del fervor patriótico a la acumulación de brutales y traumáticas experiencias.

Continúa la guerra, continúa ensangrentándose la tierra y se multiplican los cementerios que jalonan la línea de fuego. La población nada sabe de esa abundancia de cruces: la censura amordaza a la prensa, se nos dice en una viñeta.

Los descubrimientos científicos e industriales se aplican a la lógica bélica de matar (gas tóxico, líquidos incendiarios arrojados por lanzallamas, morteros, coches blindados)…  Se trataba de formas de destrucción humana desconocidas hasta entonces,...todo ello aumentará el tormento, el drama, la angustia, el desgarro, la masacre, el lado más cruel e inhumano de aquel brutal infierno, la guerra. Algunos soldados se rinden, otros desertan,  otros se automutilan, otros se suicidan; los consejos de guerra se suceden.
Las trincheras son inmundas, fangosas, fétidas; la artillería enemiga se ceba con esos lugares causando innumerables bajas al tiempo que minan la moral. Y todo ello se plasma en magníficas viñetas. A veces papilla humana formada por la mezcla de agua, barro, botas, ropas y cadáveres. Atrocidad tras atrocidad.
Y lo más desolador,  que tras 29 meses de guerra a finales de 1916 los frentes apenas habían cambiado.

Empiezan los casos de desobediencia militar colectiva o de abandono del puesto, las insubordinaciones se propagan por todo el frente, actos de indisciplina militar que alarmaron a las autoridades.  Traiciones, deserciones,  espionaje,  manifestaciones contra la guerra en retaguardia, en las ciudades. Los motines se propagan y el pánico se apodera del gobierno. Los soldados ciudadanos se niegan a ser exclusivamente carne de cañón.  
Se acusa al pacifismo de algunos profesores, a la propaganda sindicalista, a una cierta prensa, pero la realidad es que se ha exigido demasiado de los hombres. Se ha llegado a un punto en el que los soldados temen más a sus propios mandos que al enemigo. No era para menos si juzgamos el absoluto desprecio por la vida de sus soldados.
Petain castiga pero busca soluciones y poco a poco se restablece la confianza.

Finalmente los alemanes se rinden. Habían sido 1561 días de angustia: los alegres clarines que en 1914 convocaban a la defensa de la nación eran sustituidos en 1919 por las fúnebres campanas que doblaban por los diez millones de muertos.

Nueve millones de combatientes muertos, trece millones de civiles muertos, veintiún millones de soldados heridos. Cuatro años de matanza.  Estas cifras aterradoras inmunizan la conciencia de quien las recibe cuando son repetidas una y otra vez. Se reduce la Gran Guerra a una estadística fría y distante. Pero cuando el relato nos pone cara y sentimientos a un puñado de esas víctimas nos conmovemos. Cuando el dibujante reproduce las caras rotas, los muñones ensangrentados, las condiciones infrahumanas de las trincheras compartidas con las ratas, ateridos de frío en invierno, asfixiados de calor en verano,  enfangados en el barro la mayor parte del año, la muerte rondando por doquier, el miedo atenazando a los combatientes…   el lector se estremece, se horroriza, se revuelve, se conciencia, se rebela contra todas la guerras.

Las viñetas son como pinceladas que subrayan las angustias personales de un puñado de protagonistas con nombre propio. No trata la guerra en masa donde el individuo se pierde en el anonimato de los ejércitos, sino desde la angustia del campesino, o del obrero, padre, novio o hijo que se ha visto arrebatado de su humilde vida rutinaria para formar parte de ese monstruoso engranaje que sirve a las necesidades que reclama la batalla. Desfilan tipos andrajosos, embarrados, malolientes, helados de frío, sin equipos apropiados, soterrados en sus madrigueras que se preguntan cuándo acabará toda aquella locura.
Las viñetas transmiten una enorme fuerza emocional devastadora. Demoledora.
Es la mejor propuesta para entender lo que ocurrió en las trincheras de la Gran Guerra.
En el primer año de guerra (1914) las viñetas aparecen con alegres colores azules, rojos, verdes y amarillos. A medida que se va recrudeciendo el combate y que las esperanzas de  una victoria rápida se van desvaneciendo (1915) comienzan a predominar los colores sobrios grises y negros, reducidas gamas de un azul o un verde agrisasdos y el rojo para la sangre. Sólo se recuperan los colores naturales cuando lo exigen las banderas. Transmiten la atmósfera de terror en las trincheras y de horror en los campos de cadáveres o de cruces.

Paisajes infernales que no cesan de rugir, de gemir y de estremecerse. Pueblos incendiados, montañas de cadáveres, columnas de inocentes refugiados huyendo de sus raíces, Testigos de las miserias inhumanas, de los combates sangrientos, de horrores inéditos hasta entonces. El punto de vista de los combatientes de a pie. Desfiles de mutilados de todo tipo y condición, de hombres horriblemente desfigurados, de huérfanos y de viudas.  Crecen los proveedores de prótesis.

No dibuja una guerra en blanco y negro porque tampoco es una historia de buenos y malos, sino una cuestión de víctimas y culpables. Las víctimas son los que están en el campo de batalla o los expulsados de los pueblos ocupados, los responsables son los políticos y militares que han llegado a esta situación. El color que predomina es el gris y sus variedades azuladas o verdosas. Las gotas de sangre son a veces el único color de una viñeta en  tono gris verdoso; otras veces son las insignias de un general los únicos destellos de color, o la cruz roja de los brazaletes de los enfermeros y de los camiones cargados de heridos.

Abunda en detalles que no se abordan en los tratados de historia pero que hacen la historia más cercana, más vívida, también más cinematográfica. Es una forma de acercar estos dramas a los jóvenes de hoy, ayudándoles a diferenciar la Primera de la Segunda guerra Mundial.
Obra intensa y apasionada, envolvente; sobrecogedora, devastadora. Que nos arrastra a la esencia de la guerra y la experiencia vívida del combate.
Los protagonistas son las víctimas que son homenajeadas por el dibujante, sensibilizado por la historia personal de su abuelo víctima de la Primera Guerra Mundial y su padre víctima de la Segunda.

Más que un álbum sobre la guerra, éste es un álbum sobre la destrucción del individuo por la guerra, sobre el sinsentido de la guerra desde sus víctimas en el frente, sobre el sufrimiento, la angustia y la desesperanza de los pobres infelices que se han visto arrollados por las ambiciones políticas, la incompetencia militar y la oleada patriótica.
Apela a las emociones, al dolor, a la indignación, a la piedad.

Comprometido con la memoria histórica de su país y de su familia, aborda la violencia de la guerra profundizando en aspectos de fundamentales de las realidades humanas más atroces; aporta así importantes matices a la mirada histórica. También busca rehabilitar a quienes fueron fusilados por rebelarse ante la desastrosa ofensiva de un inepto general.
Voluntad de transmitir memorias con vocación pedagógica, con un realismo estremecedor. Enorme capacidad y destreza para plasmar situaciones verosímiles de un gran dramatismo. Incluso los historiadores admiten el rigor y la precisión.
Joya del antimilitarismo. Radicalmente pacifista.

A continuación del relato ilustrado, el investigador y documentalista Jean-Pierre Verney firma un Dossier sintético pero bien documentado del desarrollo de los acontecimientos desde 1914 hasta 1019. Se aborda con desenfado, agilidad y amplia información, a veces de detalles que no se recogen en los manuales de Historia, pero que añaden un vivo interés al contenido que se transmite.

martes, 1 de noviembre de 2016

Los Cuatro Jinetes del Apocalipsis

Autor: Vicente Blasco Ibáñez
Editorial: Alianza, Madrid, 2011

Como es sabido Blasco Ibáñez (Valencia 1867- Francia 1928), abogado y periodista, tuvo una vida política muy turbulenta. Militante del partido republicano, denunció la injusticia con un lenguaje brillante y colorista en sus numerosos panfletos políticos, lo que le granjeó numerosos enemistades, procesos, arrestos y exilios. Sus agresivos escritos se dirigieron contra el caciquismo y  la corrupción de los políticos locales y nacionales defendiendo abiertamente la revolución como remedio y alternativa.
En 1914 se estableció en París poniendo su talento de escritor al servicio de la causa francesa en la Primera Guerra Mundial.
La obra que aquí comentamos es una de las más ambiciosas de la literatura española; vemos seriedad, profundidad trágica y compromiso social y político. Fue publicada en París en 1916, es decir en pleno desarrollo de la Gran Guerra, y en la obra se nos describe la influencia de esta en los diversos ambientes de la sociedad parisina: la ilusión y la ciega alegría del inicio de hostilidades, el terror que se vive en la retaguardia tras la primera derrota, la incertidumbre de la población en las zonas ocupadas,…

La novela fue escrita, en parte, como propaganda de las ideas de los aliados. De hecho fue el propio presidente francés Poincaré, el que le animó a escribirla al tiempo que le daba carta verde para que se pudiera mover libremente por las líneas del frente de batalla y escribiera un libro “que sirviera a nuestra causa”. Nunca negó eel autor que este libro fuera partidista; hombre políticamente de izquierdas, aborrecía el militarismo prusiano, simplificando la contienda como la guerra entre Alemania (la fuerza bruta, la reacción), frente a Francia (la patria de los Derechos del Hombre, la Libertad y la Civilización).
En esta novela Blasco Ibáñez nos muestra la Gran Guerra como la cabalgata de los Cuatro Jinetes: la propia Guerra, la Peste, el Hambre y la Muerte según el clásico grabado de Durero. El escritor ve en la amenaza de los Cuatro Jinetes un fenómeno recurrente a lo largo de la Historia, porque como dirá uno de sus personajes, “la bestia nunca muere, todo lo más se oculta durante un tiempo”.  

Su publicación tuvo un gran éxito en Francia y en Estados Unidos, en cuyos países alcanzó una enorme popularidad.
Según algunos críticos pudo contribuir en alguna medida a la intervención norteamericana en la guerra, aunque esto ciertamente es mucho aventurar.
Lo que sí es cierto fue el éxito imprevisto que este libro alcanzó en el mundo occidental. En 1921 The Ilustrated London News decía que éste era el más leído en el mundo después de la Biblia.


El lector que se adentra en esta novela reconoce pronto la gran capacidad de sugestión del autor, la fuerza de la descripción de las escenas, la construcción psicológica de los personajes, el carácter épico del conjunto, y en definitiva la conmoción general de una dramática etapa de la historia de Europa.
No obstante ese mismo lector si quiere una mirada más crítica con todas las posiciones hará bien en leer también el magnífico cómic ¡Puta Guerra! cuyo comentario  saldrá en esta misma página l día 8 de Noviembre.