
Todo ello le lleva a la conclusión de que no existe una clara línea divisoria entre la inteligencia del hombre y la del chimpancé. Por eso cuando acudían personas a visitar a la familia de Washoe (la chimpancé que enseñó el lenguaje de los signos a sus hijos), observó que los niños sordos conversaban animadamente con los chimpancés y eran los primeros que reconocían a estos como nuestros parientes cercanos. "Cuando los niños sordos miraban a Washoe no veían a un animal, sino a una persona" afirma rotundo.
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