Ilustrador: David Pintor
Editorial Edelvives, Zaragoza, 2008. 8,20 €
Hay ciertos pueblos en España que tienen el privilegio de contar con árboles centenarios en sus inmediaciones; algunos de ellos incluso conservan uno solitario presidiendo el lugar más emblemático del lugar: la plaza del pueblo. Destacan así esas majestuosas siluetas que compiten en altura con las torres y las atalayas de las iglesias; ciertamente estos hermosos ejemplares de elegante envergadura se han convertido por derecho propio en auténticos monumentos naturales; y a menudo las gentes de dichos pueblos saben valorar su importancia produciéndose una estrecha relación entre el conjunto de la población y estos singulares ejemplares, verdaderos gigantes de la naturaleza; reconocen su ascendencia tutelar y le aceptan como símbolo de unidad entre todos los vecinos; saben que son testigos mudos de su pequeña historia, que han sido sombra y cobijo de más de cuatro generaciones y que, con muchas probabilidades, les sobrevivirán a ellos también.
Pues bien esta era la situación que vivía el pueblo de Valdespino hasta que un inesperado huracán nocturno azotó sin piedad el pueblo y derribó el pinsapo que presidía su plaza desde hacía ciento cuarenta años. Cuando la secretaria del Ayuntamiento comience a investigar cómo y por que llegó allí ese árbol recibirá más de una sorpresa; también el lector se verá agradablemente sorprendido por las diversas situaciones que surgirán a raíz de la exposición de fotografías y del libro que se prepara con la participación de todos los vecinos como homenaje a la singular planta.
Relato entrañable, sensible y respetuoso con la naturaleza, escrito en un estilo sencillo, ágil y directo, que despierta en el lector sentimientos de ternura, de amabilidad y de alegría.
(PM) Publicado en Peonza nº 91
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