Sin novedad en el frente
Autor:
Erich Mª Remarque
Traductor:
Manuel Serrat Crespo
Editorial: Edhasa, Barcelona, 2009
El
detallado proceso interior de un soldado que con diecinueve años se ve envuelto
en los aires febriles de una atmósfera
prebélica (y en una sociedad probélica), queda reflejado magistralmente en esta novela.
Rápidos
retazos nos hablan de ese convulsionado espíritu germano que convocó a la lucha
en plazas, fábricas y centros universitarios. Aquel julio de 1914 un imparable
entusiasmo belicista recorrió veloz las principales ciudades prusianas basando
su argumentario en la fantasía teutónica de la salvación moral del mundo.
Eclosionaba lo que se había estado preparando desde hacía unas décadas: el
avance científico, la eficiencia técnica, la vanguardia artística y el delirio
trascendente. Para ellos frente al corrupto liberalismo y la igualdad de los
pueblos degenerados de Europa, se escondía el engaño y la esclavitud; y como respuesta emergía un pueblo que
buscaba su identidad y reclamaba el lugar preeminente que le correspondía en el
concierto mundial acorde a su poderosa fuerza. Hermann Hesse había descrito al
enemigo como el centinela de “una blandengue paz capitalista”. Lo que los
alemanes querían cambiar del mundo era lo que los ingleses querían conservar de
aquél. La modernidad se enfrentaba a la tradición, el choque de la cultura
anglo-francesa con la germana. Y la guerra fue el doloroso parto de los tiempos
modernos.
Erich Mª Remarke nos conduce de
la euforia a la desmitificación; y lo hace con una eficacia apabullante a través del miedo, la muerte, el sacrificio, el dolor, la barbarie,
la deshumanización, el horror, la indiferencia y la desolación que padecieron
sus protagonistas.
Al
final los que sobreviven de la pandilla reconocen que la guerra les ha
cambiado; han perdido su inocencia, su ilusión y sus ganas de vivir, han perdido
su fe en el ser humano. Se reconocen unos inadaptados en la sociedad que les
formó para después arrojarlos a las trincheras.
Se presenta así la guerra como el
amargo despertar de una sociedad aburrida, inquieta que esperaba más y no sabía
qué. Para Ernst Jünger la guerra fue
“una gran idea cuyo brillo se apodera de la noche y de la sangre”. Cómo no cambiar a los individuos si la I
Guerra Mundial cambió a toda la sociedad y modificó la propia marcha del mundo
más que ningún otro acontecimiento o circunstancias.
Pero si la Gran Guerra cambió el mundo, también el mundo cambiaría la
guerra a partir de ésta; así se vería en la II Guerra Mundial con la movilización total y los
ataques masivos a ciudades sin discriminar daños ni víctimas. Todo valía si
contribuía a golpear la moral del enemigo. Algo de esto ya se empezó a atisbar en la Primera; aunque toda guerra es sinónimo de desgracia y destrucción ¡qué lejos quedaban las guerra de Napoleón!
En
fin la novela nos habla del horror de las trincheras frente a la locura de las
cancillerías, ámbito este último que no por eludido queda menos aludido,
señalado, censurado y responsabilizado.
Ciertamente
el libro que comentamos merece un relectura atenta por quienes ya lo conozcan y
una acertada elección para quienes se acerquen a él por primera vez. En ninguno de
los dos casos el lector podrá salir indemne de esta lectura.
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