martes, 20 de octubre de 2015

La guerra de los mundos

Autor: H.G. Wells 
Anaya Madrid 2002

Varias son las películas que en los últimos años se han estrenado teniendo como tema de fondo la invasión de la tierra por inteligencias extraterrestres con una tecnología altamente superior a la nuestra; y algunos de sus realizadores se han declarado deudores del programa radiofónico que Orson Welles lanzó a las ondas de Nueva York provocando reacciones colectivas de pánico y de huidas masivas con los consiguientes atascos. Sin embargo unos y otros deben su obra a la novela original de H.G. Wells que aquí presentamos. 
 
Cada vez más preocupado por el futuro de la humanidad, Wells se ocupó de elaborar y defender la ideas de un “gran Estado universal” adhiriéndose a la Sociedad Fabiana, una suerte de asociación  político-cultural que pretendía la reforma gradual de la triste condición de vida de la clase proletaria, apartándose de la doctrina marxista. Se proponía un Estado cuyo fundamento último consistiría en la búsqueda del bienestar de todos frente a las irritantes desigualdades  económicas que había en Inglaterra a principios del Siglo XX.  

Después de la Primera Guerra Mundial se dedicó con renovado optimismo a la tarea de educador de la humanidad, convencido de que todo el mal tiene su origen en la ignorancia; pero durante la Segunda Guerra Mundial la fe de Wells en el rescate moral de la humanidad decayó enormemente y sus últimas obras revelan un tono pesimista:El destino del homo Sapiens (1939) o La mente al borde del abismo (1945). Aún en los límites del valor estrictamente literario de su obra (“la literatura no es orfebrería” dirá), es destacable la fuerza y plasticidad de su prosa, su inagotable inventiva, su agudo sentido de la vida y su compromiso con la Humanidad. Wells ejerció una notable influencia en el público de habla inglesa y en el de Europa en general.

Bertrand Russell filósofo y correligionario suyo en numerosas causas por la paz, el progreso, y la justicia social distributiva, alabará esta obra por su fuerza evocadora, su carácter subyugante, por el brío con el que describe la huida a ninguna parte, el pánico contagioso que desemboca en la oración o en la orgía o la debilidad de los valores convencionales que quiebran ante una situación límite. (PM) 

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