martes, 22 de marzo de 2016

El caso del manuscrito robado

Autor: Leandro Sagristá
Editorial: Algar, Alzira, 2014. 9,50 €

Estamos en la España del Sexenio revolucionario que se iniciaba en 1868. Con el destronamiento de Isabel II se inauguró un período en el que se ensayaron diversas fórmulas democráticas; primero fue un gobierno provisional que sacó adelante una constitución; le siguió el asesinato de un jefe de gobierno y un breve reinado de Amadeo de Saboya; tras su abdicación sobrevino otro breve período correspondiente a la Primera República que herida por el cantonalismo permanecerá en coma tras el golpe del general Pavía. Finalmente, con un nuevo pronunciamiento, el general Martínez Campos restauró de nuevo la monarquía borbónica en la persona de Alfonso XII.  ¡Y todo esto ocurrió en seis años!   

Pues bien fue en los inicios del citado período donde el autor sitúa la acción de la desaparición del manuscrito de las Rimas de Bécquer. El ladrón se mezcló con la muchedumbre y aprovechando el caos se introdujo en la mansión del ministro de la monarquía destronada González Bravo y lo sustrajo.  A punto de ser editado se encontraba en dicho lugar por las buenas relaciones del escritor con el poder oficial a quien servía como censor.
Si el poeta quería recuperar el manuscrito tenía que afrontar un desafío intelectual según las condiciones de la carta que el desconocido le había enviado. Sin embargo el escritor romántico no atraviesa un buen momento anímico y carece de fuerzas para afrontar el reto. La mediación de unos amigos pondrán a nuestros protagonistas, el detective Federico Salinas y su joven e intrépido ayudante Gonzalo, sobre el caso.

Ya desde la nota inicial quedaba claro que prestarse al juego del desafío intelectual que el anónimo personaje proponía era el requisito imprescindible para recuperar el manuscrito. Poemas, acrósticos, claves ocultas, juego de pistas,  retos intelectuales fueron las pruebas que como en una auténtica gymkhana ambos detectives tuvieron que ir descifrando para no perder el hilo que les llevara al manuscrito.
La relación entre los enigmas y las narraciones becquerianas comenzó a ser cada vez más estrecha pudiéndose referir las primeras a personajes, lugares, argumentos o fechas. Esto obligará a nuestros protagonistas a viajar al Monasterio de Fitero, al Monte de las Ánimas o a Sevilla. Y es que no era un vulgar delincuente quien había robado el manuscrito, ni era dinero lo que buscaba; de hecho pertenecía a una familia acomodada. Sus razones eran de otra índole que los sagaces investigadores descubrirán.

La narración exhibe un ritmo cinematográfico por lo que su lectura se hace ágil y cómoda.
(Publicado en Peonza Diciembre 2014)



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