Los instrumentos técnicos como extensiones de las facultades físicas humanas
La época actual, tan pródiga en innovaciones técnicas, ha actualizado el pensamiento de Marshall MacLuhan, para quien la tecnología suponía fundamentalmente una prolongación de los sentidos; así, las múltiples aplicaciones mecánicas de la rueda habrían significado una prolongación de los músculos; y aplicada a los vehículos sería una extensión de los pies y las piernas; pantallas y teléfonos serían una extensión de ojos y oídos; el libro extendería la mente; y los circuitos electrónicos serían una nueva extensión del cerebro y del sistema nervioso central. Si se aceptan estas analogías, hay que admitir que su influencia en la forma de percibir el mundo es determinante; en efecto, si cada nueva extensión significativa supone una alteración de la manera de pensar y de actuar, el conjunto de estas extensiones establecería la comprensión específica de una época concreta. De este modo, los cambios técnicos no solo alterarían los hábitos de vida, sino también los modelos y patrones de pensamiento; es decir que cuando cambia la técnica, cambia el hombre.
Los inventos inventan al ser humano contemporáneo
Las anteriores afirmaciones llevan a McLuhan a deducir que los contenidos teóricos quedan afectados por los medios de comunicación que los transmiten, reconvirtiéndose así en nuevos contenidos con significaciones escondidas; el medio crea y recrea su “ambiente” que es lo que también se transmite. Por tanto, no nos valdría aquello de que el mensaje está en el medio, sino que el mensaje es el medio ya que éste sería el elemento que solapadamente iría influyendo sobre las mentes que lo reciben; “Cada una de las formas de transporte no solo acarrea, sino que también traduce y transforma al que envía, al que recibe y al mensaje.”[2]
Como es bien sabido, algunas de estas teorías fueron desarrolladas exhaustivamente en su siguiente y más conocida publicación, La galaxia Gutemberg, y en ella destaca la importancia de ciertas invenciones en la transformación y conformación del propio ser humano, como consecuencia de su uso. En efecto, instrumentos como el lenguaje, la escritura, la imprenta o la televisión, al ampliar uno u otro de sus órganos sensoriales, lo hacen de tal modo que todos los restantes sentidos o facultades quedan perturbados hasta reacomodarse a las nuevas condiciones.[3]
La imprenta sería un paradigma dentro de estas innovaciones ya que su utilización cambiaría la percepción del propio lenguaje, modificaría las formas de aprender, alteraría los procesos de pensar y variaría las pautas de actuar. Aprendizaje, pensamiento y conducta habrían sido modificados paulatina, inconsciente, velada e irreversiblemente, a partir de la multiplicación de los libros y de la difusión de las ideas.
Llegados a este punto, cobraría fuerza la sospecha de que el hombre contemporáneo no sea otra cosa que un producto de la propia imprenta; y aunque la inteligencia humana es capaz de alejarse mediante un salto, de lo que está haciendo para examinarlo, mucho nos tememos que cuando se trata de una época futura todo lo que digamos es como pretender elevarnos sobre el suelo poniéndonos de puntillas y tirando de un brazo hacia arriba agarrado con la mano del otro; y es que estamos atrapados en nuestra propia forma de pensar. La inteligencia puede brincar fuera de su producto, pero no puede alejarse mucho de él si elementos de ese producto han conformado en parte a la propia inteligencia; el bucle recursivo es inevitable; Escher lo representa poéticamente con las manos que se dibujan mutuamente.
Paisaje tras la actualización de McLuhan
Si aplicamos las teorías de McLuhan a las nuevas tecnologías de la comunicación, el panorama que se nos esboza parece inquietante, aunque no todos lo ven así. Los críticos con este medio manejan un escenario que colocan en un futuro más o menos cercano, aunque consideran que algunas de sus características han empezado ya a manifestarse. Los defensores, en cambio, despliegan las grandes ventajas que Internet ofrece en el presente y auguran otras más fantásticas en el futuro. Aunque el debate lleva abierto desde hace varias décadas, algunas publicaciones recientes han venido a reavivarlo al ser sus autores consumados usuarios de los medios digitales. Éste es el caso de Nicholas Carr[4] para quien el ordenador, al ser una prolongación del cerebro, le sustituye en numerosas operaciones mentales. El resultado es que su uso continuado debilita la memoria, rebaja la atención y mediatiza la creatividad.
Además, el constante poder de distracción, algo inherente a las nuevas tecnologías, ejercería un influjo negativo en la capacidad humana de concentración; la incitación a buscar lo breve y de forma rápida dejaría pocas opciones al detenimiento; y la trivialización del esfuerzo conceptual mediante imágenes efímeras reduciría las oportunidades para la reflexión. Parecería así que delante de la Red se hace difícil hacer pensamiento profundo; y la propia capacidad de abstracción se resentiría por falta de uso. Obviamente, niños y jóvenes estarían más expuestos a tales repercusiones, al encontrarse todavía en la etapa de formación de algunos de estos procesos mentales.
[2] McLuhan, Marshall: La comprensión de los medios, como extensiones del hombre. Editorial Diana, México, 1964. (p.122)
[3] Mcluhan, Marshall: La galaxia Gutenberg. Editorial Planeta-Agostini, Barcelona, 1985.
[4] Carr, Nicholas: Superficiales: ¿Qué está haciendo Internet con nuestras mentes? Editorial Taurus, Madrid, 2011.
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