El
fracaso de la lectura es el fracaso escolar
Después de lo que se ha dicho, es
indudable que si la escuela debe fomentar
y consolidar determinados hábitos intelectuales, uno de los de mayor
trascendencia para el futuro del alumno es el de la lectura. Es pues decisiva la elaboración de las
estrategias educativas encaminadas a la formación y fortalecimiento de dicho
hábito y su desarrollo en un tiempo largo. Dicha formación pasa por el
establecimiento de una atmósfera
placentera en torno al libro y esto implica la propuesta de un cierto concepto
de felicidad. La generación de hábitos lectores vendrá por la necesidad de
leer. Y este sentimiento es el que tenemos que despertar desde las actitudes
positivas que previamente hemos desarrollado. Ese placer íntimo que produce la
lectura es el deleite que el niño debe buscar cuando coja un libro.
Pero aun siendo éste el primer objetivo,
el niño empieza a ser consciente de que con la lectura se ensancha su horizonte
vivencial enriqueciéndose exponencialmente su mundo interior. Por otro lado va
aprendiendo destrezas (describir, comprender, clasificar, abstraer) que serán
la base de los aprendizajes escolares. Si no hay hábito lector cuesta más
estudiar; si falta agilidad y soltura, leer supondrá un esfuerzo, que se
sobreañadirá al que ya de por sí supone el comprender. En cierta manera podemos
afirmar que el fracaso escolar es el fracaso de la lectura; en la raíz de ambos fracasos estaría la
quiebra de la igualdad de oportunidades que la institución escolar pretende
atajar, porque no debemos olvidar el papel del entorno y el modelo familiar en
la conformación de estos hábitos.