martes, 5 de abril de 2016

LEER Y CRECER, DOS CONCEPTOS COMPLEMENTARIOS, DOS CAMINOS PARALELOS (I)

                           La ceremonia del iniciado
                           El aprendizaje de la lectura es uno de los acontecimientos más importantes de la etapa escolar del niño; así lo refrenda la familia que espera la noticia con ansiedad y la recibe con alborozo. También la sociedad responde positivamente aceptando un nuevo miembro en los amplios círculos de la civilización escrita.
                           La neófita incorporación a la Galaxia Guttemberg todavía no será consciente de las potencialidades de su recién estrenado recurso intelectual. Por último, el profesor que pacientemente ha ayudado a descifrar el código escrito a un nuevo iniciado vuelve a sentirse satisfecho; bien puede estarlo: su trabajo y su esfuerzo han dado fruto una vez más. Pero que nadie se llame a engaño; el verdadero aprendizaje de la lectura no ha hecho más que empezar. Y esto deben tenerlo muy claro la familia, el profesor, el alumno y la sociedad; y por este orden.  

                           Es un hecho constatado que la mayoría de las familias abandonan el interés por la lectura de sus hijos cuando éstos rondan los 10 años (en el caso de que lo hayan tenido alguna vez); curiosamente ésta es la edad en la que numerosos niños y niñas pierden sus hábitos lectores en beneficio de otras aficiones que no es el caso enumerar aquí. El profesor o equipo de profesores de los cursos altos observan a menudo que entre alumno y libro no hay una relación estrecha, sino distante, indiferente, o lo que es peor de rechazo. Muchos niños y niñas ven el libro como un objeto incómodo, oscuro, aburrido, que les supone un esfuerzo su utilización. La sociedad y en su nombre las instituciones tienen en su mano proporcionar espacios que favorezcan este encuentro constante del niño o de la niña con el libro en las mejores condiciones.
                           Cualquiera de estos ámbitos requiere una mayor profundización, pero por razones prácticas y de espacio vamos a desarrollar aquellos aspectos que tienen que ver con el ámbito docente.                 

                           A la lectura por la lectura
                           Se suele aceptar comúnmente que las etapas Infantil y Primaria deben cultivar el gusto por la lectura, mientras que la Secundaria debe educarlo y formarlo. Y si bien esto puede ser aceptado en líneas generales, (puede hacerse extensible a la música, a la plástica, en realidad a todas las artes) puede entrañar un serio inconveniente;  porque si esa formación lleva aparejada una imposición corremos el riesgo de que destruyamos la motivación y el disfrute de la primera etapa. Por todo ello consideramos que este tema requiere múltiples abordajes desde diversos ángulos y especialistas; nuestra intención aquí es realizar una somera aproximación desgranando una serie de reflexiones a partir de nuestra propia experiencia. 
                           El profesional de la enseñanza sabe que leer es algo más que descodificar signos gráficos. Esto es sólo el primer paso, que no es poco; pero no es todo. El proceso de enseñanza/aprendizaje de la lectura es largo y nos atrevemos a decir que no culmina en el Colegio; como débil e inseguro tallo recién plantado aunque firme promesa de un robusto árbol, la lectura necesitará un atento y permanente cuidado durante toda la escolaridad. Cuanto más tiempo se la atienda mejor aseguraremos su nivel y enraizamiento. Porque, de hecho, como se aprende a leer es leyendo. Y cuanto más leamos mejor será nuestro nivel lector. Por otra parte el primer requisito para afianzar hábitos lectores es tener una buena base, dominar ampliamente la técnica. Y ya hemos dicho que ésta se consigue con la práctica; con una práctica continua, atenta, exquisitamente cuidada... Estamos hablando de una técnica ciertamente compleja; ahí está su gran valor. Siendo rigurosamente precisos no podríamos calificar de simple técnica a un proceso que moviliza tantos mecanismos y puede poner en funcionamiento tal cantidad de estrategias intelectuales. Por eso aún aceptando coloquialmente esta licencia verbal, es necesario detenernos un poco en algunos de sus aspectos: la rapidez y seguridad en la interpretación de los signos (descodificación), la confrontación de la información que reciben con la que poseen captando el sentido del texto o detectando posibles incoherencias, la distinción de lo relevante y de lo secundario, la construcción del significado global, el avance de hipótesis sobre lo que se está leyendo,...  y todo ello presidido por una atención sostenida, concentrada.
                           Demasiadas estrategias mentales, demasiadas destrezas intelectuales (obviando las orgánicas y fisiológicas relacionadas con la captación del campo visual y su transformación en mensajes inteligibles) como para aceptar que un alumno lo pueda conseguir a los 6, 7, 8,... años. Por otro lado, algunas de estas estrategias no las necesita todavía.  
                           De ahí que insistamos en el aprendizaje de la lectura como algo dinámico y progresivo. La lectura tiene que crecer con la edad. El saber leer lo debemos poner en relación con el desarrollo de la persona. Porque la diferencia  entre lo que se lee y lo que se conoce o lo que se ha vivido no puede ser tan grande que no puedan establecerse conexiones; ahora bien, esta diferencia tampoco puede  ser tan pequeña que no despierte ninguna curiosidad ni estímulo en el lector.
                           Es evidente que un ejercicio tan complejo como el que hemos esbozado necesita un desarrollo permanente y progresivo acorde con la madurez intelectual. Porque entendemos que leer es poner en contacto la información escrita con la estructura mental (cognoscitiva, afectiva, emocional) del lector. De ese contacto surgirá una asimilación o un conflicto cognitivo, en cualquier caso una activación de sus facultades mentales que interpelando al texto (interactuando) contribuyan a la reorganización y reestructuración de sus conocimientos, ideas o emociones.  Estamos hablando de un lector activo que procesa los textos dialogando con ellos, utilizando sus conocimientos y experiencias y realizando una construcción personal y autónoma. El alumno tiene que ir incorporando a su ámbito de habilidades y destrezas el mayor número posible de estrategias lectoras que le irán posibilitando mejorar su nivel lector. 

                           Por todo ello, su enseñanza/aprendizaje no puede ser objetivo de un año, ni de una asignatura, ni de un profesor. Esta práctica educativa, debe ser el objetivo central de los proyectos curriculares de la Etapas de Primaria y Secundaria. Todas las materias y todos los profesores de todos los cursos deben sentirse implicados.

                           Leer y crecer son dos dimensiones paralelas y requieren su tiempo; el desarrollo simultáneo de ambas contribuirá a que la primera se impregne en la segunda y el proceso evolutivo de la mente sea en parte resultado de las propias lecturas; éstas a su vez jugarán un importante papel en  la madurez intelectual. (Publicado en Peonza nº 40, Mayo, 1987)

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