La
ceremonia del iniciado
El aprendizaje de la lectura es uno de los
acontecimientos más importantes de la etapa escolar del niño; así lo refrenda
la familia que espera la noticia con ansiedad y la recibe con alborozo. También
la sociedad responde positivamente aceptando un nuevo miembro en los amplios
círculos de la civilización escrita.
La neófita incorporación a la Galaxia
Guttemberg todavía no será consciente de las potencialidades de su recién
estrenado recurso intelectual. Por último, el profesor que pacientemente ha
ayudado a descifrar el código escrito a un nuevo iniciado vuelve a sentirse
satisfecho; bien puede estarlo: su trabajo y su esfuerzo han dado fruto una vez
más. Pero que nadie se llame a engaño; el verdadero aprendizaje de la lectura
no ha hecho más que empezar. Y esto deben tenerlo muy claro la familia, el
profesor, el alumno y la sociedad; y por este orden.
Es un hecho constatado que la mayoría de
las familias abandonan el interés por la lectura de sus hijos cuando éstos
rondan los 10 años (en el caso de que lo hayan tenido alguna vez); curiosamente
ésta es la edad en la que numerosos niños y niñas pierden sus hábitos lectores
en beneficio de otras aficiones que no es el caso enumerar aquí. El profesor o
equipo de profesores de los cursos altos observan a menudo que entre alumno y
libro no hay una relación estrecha, sino distante, indiferente, o lo que es
peor de rechazo. Muchos niños y niñas ven el libro como un objeto incómodo,
oscuro, aburrido, que les supone un esfuerzo su utilización. La sociedad y en
su nombre las instituciones tienen en su mano proporcionar espacios que
favorezcan este encuentro constante del niño o de la niña con el libro en las
mejores condiciones.
Cualquiera de estos ámbitos requiere una
mayor profundización, pero por razones prácticas y de espacio vamos a
desarrollar aquellos aspectos que tienen que ver con el ámbito docente.
A la
lectura por la lectura
Se suele aceptar comúnmente que las etapas
Infantil y Primaria deben cultivar el gusto por la lectura, mientras que la
Secundaria debe educarlo y formarlo. Y si bien esto puede ser aceptado en
líneas generales, (puede hacerse extensible a la música, a la plástica, en
realidad a todas las artes) puede entrañar un serio inconveniente; porque si esa formación lleva aparejada una
imposición corremos el riesgo de que destruyamos la motivación y el disfrute de
la primera etapa. Por todo ello consideramos que este tema requiere múltiples
abordajes desde diversos ángulos y especialistas; nuestra intención aquí es
realizar una somera aproximación desgranando una serie de reflexiones a partir
de nuestra propia experiencia.
El profesional de la enseñanza sabe que
leer es algo más que descodificar signos gráficos. Esto es sólo el primer paso,
que no es poco; pero no es todo. El proceso de enseñanza/aprendizaje de la
lectura es largo y nos atrevemos a decir que no culmina en el Colegio; como
débil e inseguro tallo recién plantado aunque firme promesa de un robusto
árbol, la lectura necesitará un atento y permanente cuidado durante toda la
escolaridad. Cuanto más tiempo se la atienda mejor aseguraremos su nivel y
enraizamiento. Porque, de hecho, como se aprende a leer es leyendo. Y cuanto
más leamos mejor será nuestro nivel lector. Por otra parte el primer requisito
para afianzar hábitos lectores es tener una buena base, dominar ampliamente la
técnica. Y ya hemos dicho que ésta se consigue con la práctica; con una
práctica continua, atenta, exquisitamente cuidada... Estamos hablando de una
técnica ciertamente compleja; ahí está su gran valor. Siendo rigurosamente
precisos no podríamos calificar de simple técnica a un proceso que moviliza
tantos mecanismos y puede poner en funcionamiento tal cantidad de estrategias
intelectuales. Por eso aún aceptando coloquialmente esta licencia verbal, es
necesario detenernos un poco en algunos de sus aspectos: la rapidez y seguridad
en la interpretación de los signos (descodificación), la confrontación de la
información que reciben con la que poseen captando el sentido del texto o
detectando posibles incoherencias, la distinción de lo relevante y de lo
secundario, la construcción del significado global, el avance de hipótesis
sobre lo que se está leyendo,... y todo
ello presidido por una atención sostenida, concentrada.
Demasiadas estrategias mentales,
demasiadas destrezas intelectuales (obviando las orgánicas y fisiológicas
relacionadas con la captación del campo visual y su transformación en mensajes
inteligibles) como para aceptar que un alumno lo pueda conseguir a los 6, 7,
8,... años. Por otro lado, algunas de estas estrategias no las necesita
todavía.
De ahí que insistamos en el aprendizaje de
la lectura como algo dinámico y progresivo. La lectura tiene que crecer con la
edad. El saber leer lo debemos poner en relación con el desarrollo de la
persona. Porque la diferencia entre lo
que se lee y lo que se conoce o lo que se ha vivido no puede ser tan grande que
no puedan establecerse conexiones; ahora bien, esta diferencia tampoco
puede ser tan pequeña que no despierte
ninguna curiosidad ni estímulo en el lector.
Es evidente que un ejercicio tan complejo
como el que hemos esbozado necesita un desarrollo permanente y progresivo
acorde con la madurez intelectual. Porque entendemos que leer es poner en
contacto la información escrita con la estructura mental (cognoscitiva,
afectiva, emocional) del lector. De ese contacto surgirá una asimilación o un
conflicto cognitivo, en cualquier caso una activación de sus facultades
mentales que interpelando al texto (interactuando) contribuyan a la
reorganización y reestructuración de sus conocimientos, ideas o emociones. Estamos hablando de un lector activo que
procesa los textos dialogando con ellos, utilizando sus conocimientos y
experiencias y realizando una construcción personal y autónoma. El alumno tiene
que ir incorporando a su ámbito de habilidades y destrezas el mayor número
posible de estrategias lectoras que le irán posibilitando mejorar su nivel
lector.
Por todo ello, su enseñanza/aprendizaje no
puede ser objetivo de un año, ni de una asignatura, ni de un profesor. Esta
práctica educativa, debe ser el objetivo central de los proyectos curriculares
de la Etapas de Primaria y Secundaria. Todas las materias y todos los
profesores de todos los cursos deben sentirse implicados.
Leer y crecer son dos dimensiones
paralelas y requieren su tiempo; el desarrollo simultáneo de ambas contribuirá
a que la primera se impregne en la segunda y el proceso evolutivo de la mente
sea en parte resultado de las propias lecturas; éstas a su vez jugarán un
importante papel en la madurez
intelectual. (Publicado en Peonza nº 40,
Mayo, 1987)
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