Autor: Eloy M. Cebrián
Editorial Alfaguara. Madrid, 2003.
El pasado, como todo tiempo histórico se nos presenta inmodificable, pero si se trata de un pasado reciente suele mostrarse entreverado de brumas, mitos y versiones particulares, cuando no partidarias. Estas variaciones, o desviaciones, se agudizan cuando el período en cuestión está marcado por graves crisis y convulsiones sociales. La historia oral de los que vivieron aquellos tiempos de desgracia y horror, contribuye a mantener esa multiplicidad de perspectivas. Solo la historia como disciplina puede ofrecer un mayor grado de acercamiento objetivo a los diversos aconteceres de las sociedades pasadas.
Editorial Alfaguara. Madrid, 2003.
El pasado, como todo tiempo histórico se nos presenta inmodificable, pero si se trata de un pasado reciente suele mostrarse entreverado de brumas, mitos y versiones particulares, cuando no partidarias. Estas variaciones, o desviaciones, se agudizan cuando el período en cuestión está marcado por graves crisis y convulsiones sociales. La historia oral de los que vivieron aquellos tiempos de desgracia y horror, contribuye a mantener esa multiplicidad de perspectivas. Solo la historia como disciplina puede ofrecer un mayor grado de acercamiento objetivo a los diversos aconteceres de las sociedades pasadas.
Sin embargo es posible que la frecuencia de
relatos literarios que traten y reflejen esos
períodos convulsos, contribuya a incorporar al imaginario colectivo una
memoria dura y triste ciertamente, pero también liberadora de tensiones,
emotiva y favorecedora de procesos madurativos; en definitiva una memoria
necesaria.
Algo de todo ello hay en la novela que aquí
comentamos y que tiene como marco histórico el período más trágico de la España
del siglo XX. En efecto la protagonista de nuestra historia despierta a la
adolescencia durante la II República española, asiste lejanamente a la
evolución de ésta y a sus principales acontecimientos, percibe algo más próxima
la guerra desde una ciudad de provincias cercana a Madrid y sufrirá personal y
familiarmente los efectos de la postguerra desde la perspectiva de los
perdedores. Su transición desde la adolescencia a la vida adulta coincide con
el peor de los tiempos de un país que agoniza de manera dolorosa. El horror que
empezó siendo un rumor lejano, un ruido de fondo, pero que no cesaba, terminó
cercándola lentamente hasta rodearla por completo.
Narrada en primera persona, la lectura de
esta novela hace que vayamos adentrándonos de manera gradual hasta el corazón
de la tragedia al mismo ritmo que lo hace la protagonista en su peripecia vital
trascendente, participando con ella de la ternura, la inocencia, las ilusiones
y las esperanzas, pero también de la fiereza, la crueldad, la decepción y la
derrota.
Estamos pues ante una historia conmovedora e
intimista, que invita a la reflexión y favorece la madurez. Escrita con un
estilo directo, sencillo y sereno, la obra que estamos comentando no deja
indiferente a quien sale de su lectura. No en vano ha sido Premio Jaén de
Narrativa Infantil y Juvenil.
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