Autor:
Erich Kästner
Traductora:
Carmen Seco
Ilustrador:
Walter Trier
Editorial:
Alfaguara, Madrid, 2002 8,50 €
La primera mitad
del siglo XX fue pródiga en alianzas entre países, conferencias políticas y
tratados de paz. Estos eventos no solo evitaron guerras sino que se
convirtieron en formidables instrumentos para provocarlas. Tanto la Primera
como la Segunda Guerra Mundial estuvieron jalonadas por numerosos de estos
tratados, conferencias y alianzas.
Este es el clima
político que da pie a la convocatoria de la Primera Conferencia de los
animales, hartos de que los hombres de estado siguieran reuniéndose en sucesivas convocatorias sin ningún avance
destacable. La última que celebraban era ya la Octogesimoséptima Conferencia y tenía
lugar en la Ciudad del Cabo. Pero tras los continuados fracasos de las
anteriores no se podía esperar nada nuevo de ésta y por eso los animales
decidieron actuar. Convocan así ellos su propia y única Conferencia a la que
asisten representantes de todas las especies, incluidos personajes literarios
(el gato con botas, Babar, Ferdinand). El motivo de esta asamblea era
salvaguardar a los niños y esto exigía terminar con las guerras causantes de
tanta orfandad, abandono y miseria entre
los más pequeños. Cegada por la locura belicista, la especie humana se había
olvidado de su primera obligación que era la de cuidar de sus criaturas; por
eso deciden intervenir los animales y forzarles a entrar en razón. No fue fácil, se emplearon a fondo y algunas especies
tuvieron que poner en juego sus
habilidades especiales para llevar a cabo acciones contra los humanos. La progresiva severidad de tales acciones consiguió finalmente
doblegar la voluntad de los jefes de estado. Finalmente estos se comprometieron a eliminar
las fronteras, los ejércitos y las armas de fuego, a poner la ciencia y la
técnica al servicio exclusivo de la paz y a considerar a los maestros como los
funcionarios más importantes del estado.
Aunque la
alegoría hace referencia a una situación europea concreta, el mensaje
trasciende esta época para convertirse en
una denuncia universal contra el belicismo, la negociación desde
posiciones de fuerza y la sinrazón de quien se cree cargado de razones.
Kästner,
comprometido con el pacifismo, utiliza la sátira, la caricatura, la ternura y
el humor para diseñar un mundo más amable. Las ilustraciones amenizan la
lectura en línea con el tono humorístico que destila el texto. Y de este modo la
fábula se va desplegando magistralmente apoyándose en su destreza narrativa, su
propia sencillez y la claridad y
concisión de su estilo.
Erich Kästner
nació en Dresde (1899) y fue reclutado para la Gran Guerra en 1917. Tan dramática
experiencia tuvo una influencia decisiva en su posterior trayectoria
intelectual y como antimilitarista. Inició estudios de magisterio pero pronto
se dedicó al periodismo y a la literatura con poemas, ensayos y novelas para
niños y adultos. En 1928 publicó Emilio y
los detectives. En estos años era
uno de los intelectuales más relevantes
de aquel Berlín efervescente. Con
el ascenso del nazismo sus libros fueron prohibidos y quemados, pero continuó
viviendo en Alemania. Recibió el Andersen en 1960. Murió en Munich en 1970.
(Publicado en Peonza nº 115. Diciembre de 2015)
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