I.- La lectura como principal herramienta de trabajo intelectual
a.) Supuestos previos relacionados con la lectura
1.) La actividad de leer supone la puesta en funcionamiento de una serie de procesos fisiológicos y sensoriales (para ver los caracteres y los objetos o figuras) y otros procesos cognitivos y mentales (para reconocer su significado e integrarlo en su bagaje cultural). Ambos procesos suponen un alto grado de complejidad.
2.) Algunos de estas operaciones o procesos (si estamos hablando de una lectura inteligente, una lectura rápida) deben realizarse de forma inconsciente y para ello tienen que haberse adquirido previamente una serie de automatismos. En principio los estudiantes de Enseñanza Secundaria debería haber adquirido esta habilidad.
3.) La consecución de todos estos automatismos no es inmediata ni simultánea. Se van consiguiendo a lo largo de las Enseñanzas Primaria y Secundaria. Pero, a veces, hay alumnos en el Bachillerato que todavía no han conseguido todos los automatismos necesarios. Sin embargo son el paso previo e imprescindible para llegar a una lectura comprensiva.
4.) El mayor nivel posible de automatización de las operaciones que demanda una lectura comprensiva y crítica, supone una liberación de la conciencia (el automatismo es inconsciente por definición) en el mismo grado. Liberación necesaria para que pueda atender, no a cómo decodificar, sino a lo que significa lo decodificado.
5.) Este grado de actuación inconsciente está en relación inversa con el esfuerzo que suponga la práctica lectora. Una lectura sin esfuerzo es el primer requisito para desarrollar un trabajo intelectual serio y riguroso.
6.) La lectura desarrolla la musculatura intelectual y para ello necesita entrenamiento y curiosidad.
Así las cosas, la técnica de la lectura es más que una simple habilidad, y se convierte en la llave de acceso al conocimiento y a la permanencia en la cultura en general.
Es con la práctica lectora continua como va disminuyendo su esfuerzo al tiempo que se va adquiriendo soltura y agilidad. Es con la lectura habitual como se van consiguiendo esos automatismos.
Pienso que la enseñanza de la lectura es algo más que un adiestramiento, que también lo es. El adiestramiento es la primera fase que se consigue en Primaria y que permite decir a un padre o a una madre: “Mi hijo ya sabe leer”. Pero todos sabemos que con ello no se termina su aprendizaje si queremos que la lectura sea practicada de forma ágil y autónoma. Porque es la lectura autónoma y madura la que el alumno va a necesitar para comprender, disfrutar, interpretar, comunicar su realidad.
b.) Procesos sensoriales y procesos cognitivos
Es necesario el concurso de una serie de procesos fisiológicos y sensoriales para posibilitar el acceso inteligible a lo plasmado en un papel. Una serie de músculos alargados situados a ambos lados del globo del ojo se contraen o relajan ocasionando así los movimientos oculares; mientras leemos, la mirada se desliza sobre las frases ayudada por estos movimientos; pero cuando el ojo se está desplazando no puede ver ni captar imágenes ya que se traslada saltando con gran rapidez, (dos o tres centésimas de segundo); el ojo solo puede ver cuando permanece inmóvil, hecho que se produce durante treinta centésimas de segundo entre dos desplazamientos, entre dos saltos; en ese instante en que la mirada se detiene en un punto se produce una “fijación”.
El espacio que domina la vista en dicho instante recibe el nombre de “campo visual”. En cada fijación, el ojo capta los diversos conjuntos de signos de su campo visual, que no tienen que coincidir necesariamente con las palabras. A lo largo de una línea se pueden producir de tres a seis o siete fijaciones, según la amplitud que tenga el campo visual. Cuanto mayor sea éste, menos paradas serán necesarias y, por tanto, será mayor la velocidad lectora pues el ojo deberá hacer menos fijaciones; es decir, deberá detenerse menos veces en cada línea. A la inversa, un campo visual reducido obliga a detenerse insistentemente, se interrumpe el ritmo y se entorpece la comprensión natural.
La mayor capacidad de comprensión está en relación directa con la mayor amplitud de dicho campo. Por tanto la comprensión también tiene que ver con la velocidad lectora, resultando ésta un claro indicador del automatismo conseguido en los procesos fisiológicos y mentales.
El lector que ha conseguido un buen dominio de esta técnica hace el mínimo número de fijaciones en cada línea porque capta un mayor número de signos o palabras en cada fijación. Sin caer en el error de sobredimensionar la importancia de la velocidad lectora es indudable que una obligada lentitud en la decodificación será un claro indicador de la defectuosa adquisición de esta técnica; ello implicará un esfuerzo y, perjudicará la comprensión, la asimilación y la propia motivación.
Estamos hablando ya de las otras operaciones mentales que intervienen en la lectura, los procesos cognitivos. Desde este punto de vista, leer es percibir unos signos, unas imágenes y reconocer esas informaciones comparándolas con los registros y categorías que el cerebro tiene archivados. Pero esto nos traslada ya al otro soporte necesario para que tenga lugar el acto lector: el soporte cultural que implica:
- un reconocimiento efectivo de las palabras (acceso léxico),
- una comprensión de las proposiciones y
- una integración de todas ellas en un conjunto coherente (acceso comprensivo) que permita la construcción del significado.
El soporte cultural pues, viene definido por dos tipos de accesos y dos tipos de procesos, unos microprocesos (reconocimiento de palabras, comprensión de proposiciones) y otros macroprocesos (integración de la información, construcción del significado del texto).
Para que se produzcan macroprocesos, el estudiante tiene que activar las experiencias de conocimiento general del mundo almacenadas en su memoria, ubicando su contenido dentro de los esquemas mentales disponibles acerca de lo que está leyendo.
Es obvio que estamos ante una tarea eminentemente específica y personal; como nos recuerda Eco, el lector se enfrenta ante un texto escrito “desde una concreta situación existencial, una sensibilidad particularmente condicionada, determinada cultura, gustos, propensiones, prejuicios personales, de modo que la comprensión de la forma originaria se lleva a cabo según determinada perspectiva individual”.
Ya se ha señalado que el alumno debe conocer el contexto en el que se desarrolla la acción, o por lo menos debe tener ciertas ideas del mismo para que pueda conectar lo que allí se está narrando con sus ideas previas. Esa labor es la que, a veces, hace el profesor cuando introduce, presenta y explica el tema.
No puede haber una gran diferencia entre lo que se va a leer y lo que se sabe, se conoce o se ha vivido, porque sería difícil establecer conexiones y enmarcar el contenido en sus esquemas generales del mundo. Pero tampoco tiene que ser tan pequeña esta diferencia que no despierte ninguna curiosidad en el estudiante.
Cuanto más se conoce de un tema más fácil es comprenderle y avanzar, conociéndose más cuanto más se lee.
Pero los primeros pasos son arduos; para que el trabajo intelectual llegue a ser satisfactorio, o agradable, es necesario una dedicación anterior sin reservas, una disposición positiva hacia la lectura.
c.) Sentido y significado
La construcción significativa es la consecuencia del proceso interactivo entre el texto y el lector. El necesario movimiento cooperativo, en palabras de U. Eco, entre lector y autor integra ambos escenarios (el mental del alumno y el que describe el escritor).
Pero, para esto, el estudiante se debe implicar total y personalmente cuando lee: su inteligencia, su voluntad, sus sentimientos, sus emociones y su memoria, los pone al servicio del escritor, “congeniando” con él.
En definitiva, si aceptamos los puntos y principios hasta aquí expuestos, debemos de reconocer que la lectura demanda del alumno de Secundaria una determinada disposición y una determinada forma de leer. Nos estamos refiriendo a una actitud activa, despierta, inteligente, que implica saber leer, saber escuchar, saber esperar, saber interrogar, ponerse en función de la información que se persiga y desarrollar las estrategias cognitivas que la clase de información le exija.
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