Autor: Agustín Fernández Paz
Traducción: Rafael Chacón
Alguien mueve los hilos del
destino y lo que parecía otro rutinario veraneo en la casa de la abuela
comienza a perfilarse como la experiencia que definitivamente marcará el antes
y el después en la vida de Sara. Nuestra protagonista es una estudiante de 16
años que traslada a un diario los acontecimientos, las sensaciones, los
sentimientos, las emociones que la embargan a medida que se va adentrando en
una etapa del pasado reciente. Pero ya nos alerta de que no se trata de un
diario juvenil más, porque en él se recogen dos historias separadas por setenta
años.
El talento del escritor pone en
boca de la protagonista una prosa sencilla y rítmica como corresponde a la
ternura y emotividad que el relato desea irradiar. Esa fluidez natural que
convierte a la práctica de la lectura en una experiencia placentera. Y todo
ello se hace lentamente, porque es así como la trama que el escritor ha urdido
magistralmente va atrapando al entregado lector. Y es así como entreabriendo la
puerta del misterio va emergiendo la figura de un desconocido tío suyo, maestro
de profesión, represaliado de la Guerra Civil y ya fallecido; una biblioteca
privada, tenga muchos o pocos libros, dice mucho de su propietario; esto es lo
que piensa uno de los protagonistas. Primero a través de sus libros y sobre
todo a través de las cartas que encontró en un falso techo nuestra protagonista
descubrirá una terrible realidad; su tío es la punta del iceberg de toda una generación truncada que sufrió
prisión, muerte, exilio y finalmente olvido.
Frente al desconocimiento que las
jóvenes generaciones tienen de lo que ocurrió en nuestra guerra, frente a la
desmemoria, el olvido o la mentira, el libro reivindica la necesidad de conocer
lo que ocurrió, sin revancha ni rencor, pero contra la igualación de víctimas y verdugos de
ambos bandos. Necesidad de conocer para que se sepa y para “honrar la memoria
de tantos sueños rotos” en palabras de uno de los personajes.
En definitiva una historia de iniciación que abre territorios desconocidos a nuestra protagonista; a través de unas cartas descubrirá una terrible realidad; su tío representaba a toda una generación truncada que sufrió prisión, muerte, exilio y finalmente olvido.
Una prosa sencilla fluye con
naturalidad y ritmo de este diario personal; el relato queda impregnado de ternura,
intimismo, emotividad y misterio. Su lectura se convierte en una conmovedora
experiencia. La adolescencia ha quedado atrás. Se da cuenta de que ha madurado.
Un breve resumen de este comentario ha sido publicado en Peonza nº 108 marzo de 2014
Un breve resumen de este comentario ha sido publicado en Peonza nº 108 marzo de 2014
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