martes, 12 de mayo de 2015

Noche de voraces sombras


Autor: Agustín Fernández Paz
Traducción: Rafael Chacón 
Editorial: SM, Madrid, 2003. 

Alguien mueve los hilos del destino y lo que parecía otro rutinario veraneo en la casa de la abuela comienza a perfilarse como la experiencia que definitivamente marcará el antes y el después en la vida de Sara. Nuestra protagonista es una estudiante de 16 años que traslada a un diario los acontecimientos, las sensaciones, los sentimientos, las emociones que la embargan a medida que se va adentrando en una etapa del pasado reciente. Pero ya nos alerta de que no se trata de un diario juvenil más, porque en él se recogen dos historias separadas por setenta años.

El talento del escritor pone en boca de la protagonista una prosa sencilla y rítmica como corresponde a la ternura y emotividad que el relato desea irradiar. Esa fluidez natural que convierte a la práctica de la lectura en una experiencia placentera. Y todo ello se hace lentamente, porque es así como la trama que el escritor ha urdido magistralmente va atrapando al entregado lector. Y es así como entreabriendo la puerta del misterio va emergiendo la figura de un desconocido tío suyo, maestro de profesión, represaliado de la Guerra Civil y ya fallecido; una biblioteca privada, tenga muchos o pocos libros, dice mucho de su propietario; esto es lo que piensa uno de los protagonistas. Primero a través de sus libros y sobre todo a través de las cartas que encontró en un falso techo nuestra protagonista descubrirá una terrible realidad; su tío es la punta del iceberg  de toda una generación truncada que sufrió prisión, muerte, exilio y finalmente olvido.


Frente al desconocimiento que las jóvenes generaciones tienen de lo que ocurrió en nuestra guerra, frente a la desmemoria, el olvido o la mentira, el libro reivindica la necesidad de conocer lo que ocurrió, sin revancha ni rencor, pero contra la igualación de víctimas y verdugos de ambos bandos. Necesidad de conocer para que se sepa y para “honrar la memoria de tantos sueños rotos” en palabras de uno de los personajes.

En definitiva una historia de iniciación que abre territorios desconocidos a nuestra protagonista; a través de unas cartas descubrirá una terrible realidad; su tío representaba a toda una generación truncada que sufrió prisión, muerte, exilio y finalmente olvido.

Una prosa sencilla fluye con naturalidad y ritmo de este diario personal; el relato queda impregnado de ternura, intimismo, emotividad y misterio. Su lectura se convierte en una conmovedora experiencia. La adolescencia ha quedado atrás. Se da cuenta de que ha madurado. 
Un breve resumen de este comentario ha sido publicado en Peonza nº 108 marzo de 2014





   



No hay comentarios:

Publicar un comentario