Autor: José Manuel Lucía Mejías
Editorial: Fórcola. Madrid, 2012
Oralidad y
escritura son para el profesor Lucía Mejías dos caras de la misma moneda, el
conocimiento; y la tecnología sobre la que
se apoyen ambas nos muestra las distintas formas de codificar ese saber.
Con la escritura se guarda el conocimiento, pero se resienten las
potencialidades de la oralidad. La primera oralidad (base de la cultura de
occidente) tendría su desarrollo en la cultura griega anterior a Platón, siendo
Socrátes su epígono más ilustre. El segundo gran momento de la oralidad se
produjo en el siglo XX donde tiene lugar la explosión de los mass media basados en la palabra hablada: teléfono,
radio, cine, televisión.
Pues bien, para
el autor de este ensayo, el texto digital combina las propiedades de estos media (la oralidad) con una nueva escritura, resultado de la transformación de la
anterior al añadirla la interacción. Por eso no se trata de un mero cambio de
soporte, como pudo significar el paso del rollo al códice, ni es comparable a
la aparición de la imprenta, que no significó ningún cambio en los modos de
creación textual ni de forma de lectura; ahora lo que cambia con el texto
digital, sobre todo, es la apertura a la oralidad que conlleva la interacción. El
texto digital compartiría a un tiempo “algunas características del texto
escrito y del texto oral. Y en estas nuevas posibilidades de expresión (que
tienen que ver con los fundamentos de nuestra sociedad, de nuestro modo de
entender el pensamiento, la transmisión del saber y el conocimiento) se sitúa
el espacio donde encontrar las claves para comprender por qué el texto digital
puede ser una revolución en los próximos años, cómo está cambiando algunos de
nuestros hábitos de lectura y de comprensión sin darnos cuenta.”
El autor hace un
estudio sincrónico revisando la Grecia antigua, siguiendo con la biblioteca de
Alejandría, la cultura medieval, la invención de la imprenta hasta llegar a
mediados del siglo XX tras la Segunda Guerra Mundial. La necesidad humana de acumular conocimientos
ha sido una constante en la historia de Occidente; y la Biblioteca de
Alejandría fue un gran hito; no solo almacenaba los textos, sino que los
acompañaba de comentarios críticos. Lo que se empezó a buscar desde la segunda
mitad del siglo pasado no solo era almacenar todos los textos significativos,
sino relacionarlos todos entre sí al tiempo que el usuario pudiera interactuar
con todos ellos. La literatura universal se convertiría en un gigantesco
documento global (hipertexto) conectado con enlaces y al alcance de todos.
El texto digital
es la síntesis de una nueva oralidad y una nueva textualidad; y se ha de
traducir en nuevos modos de creación, de conservación y de difusión del
conocimiento. (Y de recepción añadimos nosotros).
Aquí está la
verdadera revolución, el cambio de paradigma. Por eso, añadirá, ante esta
situación el debate sobre el libro de papel/libro electrónico es anticuado,
estéril que solo sirve para desviar la atención de lo verdaderamente
importante: utilizar, explorar las potencialidades del mundo digital e innovar
con todas ellas.
De ahí que le
parezca trasnochado seguir hablando en términos apocalípticos de la
desaparición del libro de papel, como se hacía en las últimas décadas del siglo
XX; piensa que lo mismo pasará con “los tópicos que todavía contraponen el
placer de la lectura de un libro, el olor de su papel y su tinta, a la frialdad
de la lectura electrónica”.
Frente a los que
temen por la pérdida definitiva de los textos tradicionales el autor argumento
que por el contrario merced a los hipertexto todo puede estar relacionado,
enlazado, de modo que los textos tradicionales pueden convertirse en
hipertextos y formar parte de las diversas opciones del lector de hoy y del
futuro. Nunca han estado más a salvo.
Frente al miedo
al futuro se acoge a la sentencia de Allan Kay de que la mejor manera de
predecir el futuro es inventarlo.
En este sentido
critica las limitaciones que en el mundo hispánico se están poniendo a las
innovaciones de los e-readers y que
nos impiden ver más allá de del presente; como si nuestro “ecosistema
literario” fuera eterno o tuviera que ser el definitivo, cuando tan solo cuenta
con doscientos años de vida. Se pretenden frenar las grandes ventajas de los
nuevos soportes en cuanto a la posibilidad de ampliar la distribución y el
acceso a los textos, frente a los inconvenientes de libro analógico, que
requiere mayores costes de producción, mayor consumo de materia y energía,
necesita almacenaje y es más costosa su distribución. Y es que para nuestro autor la industria
editorial en España no está pensando en el futuro, sino en el modo de mantener
el mayor tiempo posible sus modelos y cuotas de mercado del libro. En vez de
predecir el futuro inventándolo se le quiere convertir en espejo del pasado.
Cree el autor
que la raquítica evolución del libro digital en España tiene que ver con el
temor de las editoriales a que su difusión les arruine; encareciendo los
precios de las ediciones digitales tratan de obstaculizar su expansión; pero
cree que lo que consiguen es que aumente el número de descargas ilegales.
JM Lucía vislumbra
ese futuro en el que esa escritura impuesta por el modelo de transmisión del
libro impreso, donde el lector no puede interactuar, ceda paso a los nuevos
productos textuales en formato digital donde se fomenten otros modelos de
comunicación entre el autor, el texto y el lector.
La tecnología de
la escritura que se impuso en la Grecia postsocrática cierra los textos, los
congela para el lector.
El texto digital
ofrece un nuevo modelo de textualidad que aúna los dos aspectos esenciales que
oralidad y escritura tienen por separado: la interacción con el receptor y la
conservación del mismo texto; al tiempo que multiplica la capacidad de
difusión.
Y así distingue
en la digitalización textual una gradación: 1) La reproducción digital de un
manuscrito o un libro impreso. 2) La creación de textos digitales para ser
difundidos en un medio impreso. 3) Lo que propiamente sería el texto digital
pensado para una pantalla y en la que se trata de aprovechar las posibilidades
de la hipertextualidad, de la interactividad y de relación de la información en
varios niveles (estructural y semántico).
Ahora nos
encontraríamos en la primera fase de la definición y difusión del texto
digital, en la que se ha primado la acumulación de información, habiéndose avanzado también en la universalización. En
una segunda fase según el profesor Lucía se han de crear nuevas arquitecturas
de la información, nuevos modelos de relación de esta información, así como
nuevas formas de difusión y de participación.
Para acercarnos
a esta propuesta sugiere tres conceptos: Hipertextualidad,
como la utilización de vínculos, interactividad como las posibilidades
del usuario de influir en la expresión textual, e hipermedialidad como la posibilidad de integrar diversos medios.
El hipertexto se
presentaba ya en los noventa como la panacea de un nuevo modelo editorial, especialmente
en la campo de las ediciones académicas, al permitir la actualización continua
de los materiales presentados; también en el diseño de la presentación de sus
materiales para ofrecer varios niveles de lectura y análisis según las
inquietudes y necesidades del lector.
El camino del
futuro para nuestro autor pasa por ser capaces de crear nuevos modelos de
difusión y de relación de la información, aprovechando sus ventajas antes que
imitando los modelos analógicos. Propone el concepto de plataforma de
conocimiento como medio global para la creación, conservación, difusión e
interacción con los textos.
Y cree que las
aplicaciones de la web 2.0 son las que más ventajas ofrecen a un servicio
continuamente actualizado, que mejora cuanto más gente lo usa; es el conocido
como “software social” esa arquitectura de la participación que utiliza y
remezcla los datos de múltiples recursos, creando una arquitectura de
participación en red y que ofrece experiencias de usuario cada vez más ricas. Ejemplos
de resultados serían la Wikipedia, Google Maps, YouTube, sin olvidar los blogs,
las wikis, los foros, o las redes sociales como Facebook o Twitter.
Estaríamos pues
ante un nuevo usuario, que demanda la interactividad como principio básico para
acceder a la información.
En el caso de
las “bibliotecas digitales” Lucía se plantea si ya ha llegado el momento de
superar este concepto, para impulsar un nuevo modelo en que la información, el
conocimiento, la participación, el trabajo, la conservación y la difusión vayan
de la mano; y todo ello con estructuras que potencien la hipertextualidad, la
interactividad y la hipermedialidad. Se trataría de una transición que se haría
desde el diseño de nuevas arquitecturas de la información que transformaran
nuestras “bibliotecas digitales” en verdaderas “plataformas del conocimiento”.
Aquí es donde se apreciaría el cambio de paradigma; porque frente a la
acumulación de la biblioteca digital ahora se da un paso más para convertir el
conjunto de materiales y utilidades en una unidad hipertextual, donde todo el
material esté interrelacionado y así conseguir esa “plataforma de
conocimiento”.
Y es que en
realidad, para el profesor Lucía Mejías, estamos en los albores de la
textualidad digital, en la fase del “hipertexto incunable”, aunque el cambio ya
lo están marcando “los millones de nativos digitales en todo el mundo que se
están incorporando a la enseñanza, a la sociedad, al trabajo, y que demandan
nuevos modelos de relación con la información y el conocimiento y nuevos
modelos textuales”. Esta digitalización de la palabra será la que permita el
desarrollo de todas las posibilidades de
la oralidad y la textualidad en una única propuesta.
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