Cuenta Estanislao Bachrach en Ágilmente (Editorial Conecta, Barcelona, 2013) que encontrándose Picasso en una exposición de su obra en París se le acercó un visitante y le preguntó el por qué no pintaba a las personas como se las veía. El pintor, sorprendido, le repreguntó sobre la forma en que se las veía a lo que el desconocido sacó de su bolsillo una cartera y dentro de ella una foto de su esposa que orgullosamente le mostró.
Picasso la miró y dijo: “Es increíblemente pequeña, ¿no le parece? Y además, plana.”
Es posible que el interlocutor se sintiera agraviado y podemos suponer que el pintor se empleara a fondo para convencerle de que el comentario que acababa de hacer no iba referido a su esposa, que no conocía, sino a la foto, que era lo único que tenía delante.
Aparte de que no se podrían llevar personas en los bolsos; y mucho menos dentro de carteras. Ni la percepción de las cosas son las cosas, ni las cosas son lo que parecen. El cerebro simplifica las percepciones funcionando a menudo para ser más eficiente con lo que Walter Lippmann llamó "estereotipos".
El propio Lippmann aseguraba que primero definimos los objetos o las personas y despues las vemos.
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