Autora: Mónica Zak
Traductor: Oscar
García
Ilustrador: Enrique
Flores
Editorial: Anaya,
Madrid, 2012. 8,20 €
El mito del niño salvaje cuidado
por animales tiene precedentes muy antiguos y en culturas muy diversas; veamos
algunos ejemplos: Zeus es amamantado de niño por una cabra, Rómulo y Remo
tienen de nodriza a una loba, leyendas
persas hablan de osos preceptores de niños, leyendas japonesas hablan de niños
mono, etc. Sería interesante examinar la parte de verdad que pueda encerrar el
pensamiento mítico, pero no hay duda de que muchos dramas humanos reconvertidos
en imaginarios se apoyan en acontecimientos reales.
En realidad tampoco hace falta
remontarnos tan alto ni tan lejos para rastrear experiencias tan extremas. En
la cercana Europa hay numerosos casos documentados: Rousseau nos habla del niño
de Hesse criado con lobos, Condillac del niño lituano que vivió con osos, se
habla del niño carnero de Irlanda, de un segundo niño oso de Lituania, de los
niños cabra de los Pirineos o de la muchacha oso de Hungría; sin olvidarnos de
los casos mejor estudiados: el muchacho de l´Aveyron (1799) y Kaspar Hauser de
Nüremberg (1828).
Tampoco es menor la casuística
que se encontraron los ingleses en su invasión del Sur de Asia donde pudieron
escuchar leyendas y cuentos que hablaban de niños lobo, niños leopardo e
incluso de un niño gacela, criaturas que crecieron al margen de la
socialización humana y de las que se harían eco El libro de la Selva o Tarzán.
En esta vertiente literaria se
sitúa la escritora sueca Mónica Zak tras recoger una anécdota que escuchó de dos refugiados
saharauis; estos contaban el caso de un niño que sobrevivió merced a una
familia de avestruces, que finalmente fue rescatado y cuyo hijo todavía vivía
entre los refugiados. Tras visitar ella misma en numerosas ocasiones los
campamentos en Tinduf y de contactar y hablar con el hijo, recreó la historia
motivo de este libro.
Hadara, un niño de dos años, se
extravía de su madre cuando ésta pierde el contacto con una caravana que viaja
por el desierto y son sorprendidos por una espectacular tormenta de arena. Todo el mundo cree que el niño ha muerto,
pero encontrado por un grupo de avestruces lo crían como a uno más de su
especie. Con ellos convive durante diez años hasta que finalmente miembros de
su pueblo lo descubren, lo reconocen y le devuelven a su hogar. Por el medio
está toda una aventura en un medio natural con éstos y otros animales; las
dificultades vendrán después para adaptarse a la vida de los humanos. Nota: Estas
aves zancudas desaparecieron del Sahara a mediados del siglo XX.
Amor, ternura, amistad, hospitalidad,
generosidad, entrega y solidaridad son los valores que brillan en esta novela
del niño avestruz que nunca se rindió, que logró sobrevivir a una vida dura y
difícil y que hoy es un símbolo de la lucha del pueblo saharaui por un
territorio libre. (P M) Publicado en Peonza Nº 105, junio de 2013
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