
Esta potencia visual de nuestra mente ha quedado reflejada en varios experimentos; son éstos los que han demostrado que podemos recordar más de dos mil quinientas imágenes durante varios días tras haberlas visto; y eso ocurra aunque la imagen sólo haya estado expuesta ante nuestra vista menos de diez segundos. En alguno de los experimentos se comprobó que un año más tarde todavía los que participaron en el experimento pudieron recordar un sesenta y tres por ciento de dichas imágenes.

Si lo trasladamos a lo que podemos recordar tras leer un texto todavía se reduce más, porque el cerebro ve las palabras como multitud de pequeñas imágenes.

Sin embargo, una cosa es la imagen concreta y otra el símbolo, la idea abstracta que se elabora en otro nivel cerebral a partir de la combinación de dichas imágenes. Los estímulos que mediante los sentidos entran en el cerebro contribuyen a modelar esas ideas, pero quizás sea la lectura y el discurso oral las mayores fuentes de formación, arraigo y reelaboración de ideas en cada individuo. El pensamiento original, la creatividad, la imaginación, el criterio personal surgirán a partir de las citadas fuentes.
Frente al nivel primario de las imágenes, el de las ideas pertenece a la gestión cerebral de un nivel superior.
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