Hombres
buenos
Autor:
Arturo Pérez Reverte
Editorial:
Alfaguara, Madrid, 2015
El
siglo XVIII fue un año luminoso en Europa. El siglo de las luces dicen los
franceses; o de la razón.
Tras el oscurantismo medieval, se necesitaron tres
siglos de redescubrimiento del mundo clásico y de revisión de sus obras y conquistas espirituales para finalmente llegar a la
explosión de la razón, de crítica de la superstición, de fe en el hombre,
de optimismo en el futuro y de confianza en el progreso.
El
mundo no tenía que ser un valle de lágrimas, sino un paraíso en la Tierra. Y así surgieron hombres
que intentaron cambiar el mundo para hacer uno mejor. Y el cambio venía
con la difusión de las ideas, del conocimiento y de la ciencia. Es decir el
cambio venía con la difusión de los libros. Querían hacer una revolución tranquila, desde las conciencias.
Sin embargo nuestra historia nos
dice que esos hombres voluntariosos no pudieron poner en práctica sus tesis porque no
tuvieron opción; las resistencias a esos cambios se hicieron tan formidables
que el pueblo español perdió la oportunidad de engancharse al tren del progreso
europeo.
Esos
voluntariosos son los hombres de
Arturo Pérez Reverte, los hombres buenos.
Excelente relato a medias entre realidad y ficción en la
que surge el escritor como intelectual rebelde, crítico con su historia y con
su presente; no faltan los paralelismos de ambas épocas.
Pero
sobre todo Hombres buenos es una novela
de aventuras al tiempo que de pensamiento, de acción al tiempo
que de ideas , también es una novela histórica al tiempo que una novela
actual. Es una novela de tesis pero también una metanovela en la que el autor nos desvela sus reflexiones y entresijos del arte
narrativo e incluso sus dificultades para avanzar cabalmente en la historia
(personajes, fuentes históricas).
Gran
constructor de personajes, unos históricos, otros ficticios (y otros actuales),
no lo es menos de ambientes, consiguiendo en este último caso una recreación impresionante
del París ilustrado, de las tertulias de los salones, de las calles atestadas
de gentes o de las masas
prerrevolucionarias. Respirando aquella atmósfera Arturo nos presagia la irrupción abrupta del pueblo en la historia de Francia.
El
estilo ligero, ágil y certero contribuye a esa amenidad y diversión con la que suele deleitarnos el autor.