martes, 30 de junio de 2015

Hombres buenos
Autor: Arturo Pérez  Reverte
Editorial: Alfaguara, Madrid, 2015

El siglo XVIII fue un año luminoso en Europa. El siglo de las luces dicen los franceses; o de la razón. 
Tras el oscurantismo medieval, se necesitaron tres siglos de redescubrimiento del mundo clásico y de  revisión de sus obras y conquistas  espirituales para finalmente llegar a la explosión de la razón, de crítica de la superstición, de fe en el hombre, de optimismo en el futuro y de confianza en el progreso.  

El mundo no tenía que ser un valle de lágrimas, sino un  paraíso en la Tierra. Y así surgieron hombres que intentaron cambiar el mundo para hacer uno mejor. Y el cambio venía con la difusión de las ideas, del conocimiento y de la ciencia. Es decir el cambio venía con la difusión de los libros. Querían hacer una revolución tranquila, desde las conciencias.
Sin embargo nuestra historia nos dice que esos hombres voluntariosos no pudieron poner en práctica sus tesis porque no tuvieron opción; las resistencias a esos cambios se hicieron tan formidables que el pueblo español perdió la oportunidad de engancharse al tren del progreso europeo.

Esos voluntariosos  son los hombres de Arturo Pérez Reverte, los hombres buenos
Excelente relato a medias entre realidad y ficción en la que surge el escritor como intelectual rebelde, crítico con su historia y con su presente; no faltan los paralelismos de ambas épocas.
Pero sobre todo Hombres buenos  es una novela de aventuras al tiempo que de pensamiento, de acción  al tiempo  que de ideas , también es una novela histórica al tiempo que una novela actual. Es una novela de tesis pero también una metanovela en la que el autor nos desvela  sus reflexiones y entresijos del arte narrativo e incluso sus dificultades para avanzar cabalmente en la historia (personajes, fuentes históricas).  

Gran constructor de personajes, unos históricos, otros ficticios (y otros actuales), no lo es menos de ambientes, consiguiendo en este último caso una recreación impresionante del París ilustrado, de las tertulias de los salones, de las calles atestadas de gentes o  de las masas prerrevolucionarias. Respirando aquella atmósfera Arturo nos presagia la irrupción abrupta del pueblo en la historia de Francia. 

El estilo ligero, ágil y certero contribuye a esa amenidad y diversión con la que suele deleitarnos el autor. 

viernes, 19 de junio de 2015

El malestar en la globalización
Autor: Joseph E. Stiglitz
Editorial: Taurus, Madrid, 2002

La trayectoria profesional de Stigulitz le legitima para publicar un libro cuyo título es ya toda una declaración de intenciones; y  de principios.
Ha sido asesor del presidente Clinton y economista jefe del Banco Mundial (1997-2000). Es profesor de la Universidad de Columbia y recibió el Premio Nobel de Economía en 2001. Estaba en el Banco Mundial cuando estalló la crisis en el Este asiático y como él mismo dice “comprobé de primera mano el efecto devastador que la globalización puede tener sobre los países en desarrollo, y especialmente sobre los pobres en esos países”.   

El libro repasa la función y actuación de las tres instituciones globales que capitanean la economía globalizada. El Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y la Organización Mundial del Comercio.
El FMI tiene como tarea principal asegurar la estabilidad económica global; o sea evitar crisis, de la misma manera que la ONU nació para evitar guerras. 
El FMI que se mantiene con el dinero de los contribuyentes de todo el mundo, en función del peso económico de los respectivos países, presta dinero a los países necesitados sólo si emprenden políticas de recortes; pero aunque los países no acudan al FMI están sometidos (intimidados) a una especia de calificación para que puedan lograr acceso a los mercados internacionales de capital o para condonarles la deuda. El BM por su parte, tiene como objetivo la erradicación de la pobreza. Pero por lo general los programas de ambas instituciones son dictados desde Washington y en general ha predominado la ideología liberal es decir el fundamentalismo del mercado.
 La OMC es distinta a los dos anteriores: no fija las reglas, sino que proporciona el foro donde tiene lugar las negociaciones comerciales y garantiza que los acuerdos se cumplan. Generalmente son acuerdos de liberación de barreras arancelarias, de apertura de mercados nacionales, en definitiva de fomento del comercio internacional.

Nuestro autor carga la mayoría de su crítica contra el FMI que en el fondo se comporta con la misma lógica que los banqueros; es decir que prefieren prestar a quienes realmente no necesitan el dinero.

En definitiva, para Stiglitz, la globalización no es buena ni mal. Podría hacer un bien enorme y algunos países sí se han beneficiado, pero para otros ha significado un desastre sin paliativos. El Nobel Stiglitz piensa que puesto que la globalización está aquí para quedarse, puede ser rediseñada para que redunde en beneficie también de los países más pobres. Por eso defiende hacer una globalización con rostro más humano, cambiando la filosofía (ideología) de las instituciones mencionadas.

martes, 16 de junio de 2015

Estética de la lectura



Autor: Pedro Aullón de Haro

Editorial: Verbum, Madrid, 2012




Estamos ante un ensayo de gran erudición y no menos profundidad sobre los discursos históricos de la lectura así como de la consideración de ésta desde una teoría general como una construcción teórica en el marco de la historia del pensamiento y de la cultura.



Según Aullón de Haro lla ectura comparte el misterio esencial del lenguaje que consiste en percibir que la realidad material se torna metafísica produciendo significado; es decir crea formas y produce transformaciones verdaderas con el concurso de la reflexión.

La escritura por su parte sería así la forma visible del lenguaje que se retorna audible e invisible mediante la lectura. En este sentido la lectura vivifica porque leer es crear, multiplicar. También la lectura encierra la voz y presupone el silencio. Además es una experiencia artística e intelectual, en tanto que interviene directamente sobre el espíritu del lector.

El autor también llama la atención, para no llevarnos a engaño, de que en realidad vivimos en una sociedad de la información y no del conocimiento como mucha gente pudiera pensar.



Cita a Schopenhauer para quien leer es una alternativa del pensar y equivale a pensar con un cerebro ajeno. En este sentido la novela sería para él un género detestable; este filósofo alemán salva pocas obras de esta apreciación y una de ellas sería El Quijote. Sin embargo aquellas que salva por su calidad aconseja leerlas varias veces para acceder a todo lo que nos tienen que decir. Continuando con Schopenhauer, clasifica a los escritores en estrellas fugaces, planetas y estrellas fijas. Las primeras se presentan como un estruendo pero pronto desaparecen; los planetas, por su proximidad, brillan más para sus contemporáneos, pero su luz es prestada y acaba. Las fijas, como los grandes escritores, pertenecen al mundo, no cambian de aspecto, y permanecen inmutables para la Humanidad.



Volviendo al autor Aullón de Haro, en el libro que estamos comentando describe diversas clasificaciones y tipologías de la lectura destacando de todas ellas la que denomina lectura seria, la más profunda y atenta, la que eleva la comprensión y la imaginación intelectual hasta lugares privilegiados.  Y advierte de que el abandono de esta lectura, o su merma (que permanece secular en un sector significativo de las sociedades), produciría, sin duda, una caída de las capacidades de intuición, comprensión y reconciliación con el mundo sin posible analogía.

Estas reflexiones le llevan a lamentar el que hoy en los centros apenas se proponga “leer a los clásicos” en parte porque apenas hay alumnos capaces de hacerlo. En parte también porque acostumbrados a la lectura  en línea  se está provocando cierta “digresividad errática que en sus formas extremas tiene como consecuencia la dispersión psíquica y conceptual así como la fragmentación del sentido de la realidad”.

Para la cubana Camila Henríquez Ureña esta incapacidad se debe a los obstáculos que tiene el lector inexperto por su propia personalidad, su ignorancia, su querencia de leer solo cosas sencilla o su error de confundir el goce estético con la diversión.




Destaca también Aullón la dicotomía entre Witttgenstein y Stanley Cavell por una parte, para quienes la lectura es siempre íntima, personal e intransferible y, por otra, Martha Nussbaum para quien la lectura participa de lo público, caso de la tragedia griega o la novela moderna, que si bien tienen un cariz personal, se proyectan más allá del individuo; nuestro autor se decanta por este segundo modelo de lectura ya que considera que en las grandes obras hay ideas, emociones o sentimientos que transcienden el tiempo y el lugar y se erigen en universales de la condición humana.

Y ello a pesar de que, como asegura, no hay dos lecturas iguales del mismo texto, ni siquiera por el mismo lector; porque el tiempo produce significado. En este sentido la lectura es un acto irrepetible. Según André Maurois  la lectura puede interpretarse como un diálogo en diferido y un discurrir especializado de la tradición.


Entre los grandes promotores de la  lectura en la España de principios del siglo XX destaca Hipólito Escolar al que el volumen le dedica numerosos y bien merecidos apartados y para quien todas las lecturas tienen en común el de “ser educativas, pues amplían los conocimientos, crea motivaciones y actitudes, conforman el yo individual y determinan el comportamiento social”.

martes, 9 de junio de 2015

Neuronas espejo y los límites de la conciencia



El investigador Rizzollati descubrió trabajando con monos que ciertas neuronas se activaban cuando desempeñaban actividades específicas. Algunas se activaban cuando el mono observaba a otro mono desempeñar la misma tarea. Rizzollati las llamó “células espejo”. Es posible que existan neuronas espejo para estados mentales como el deseo, la ira o el miedo y que esas neuronas se activen cuando detectamos signos de dichos estados en otras personas.
Tal sincronización podría estar en la raíz neurológica de la telepatía, lo que significaría que nuestras habilidades descansan  en una forma particular de conexión cerebral.

Investigaciones recientes muestran que somos conscientes de nuestros pensamientos porque antes desarrollamos la capacidad de imaginar los pensamientos de otras personas. Ser consciente de uno mismo significa reconocer los propios límites.

El investigador Steven Johnson en el libro Sistemas Emergentes (Turner/Fondo de Cultura Económica, Madrid, 2003) cita el experimento en el que un joven chimpancé muestra su erecto miembro viril a una hembra, al mismo tiempo que lo tapa para que no lo vea el chimpancé adulto. Es decir quiere que la hembra sepa que lo atrae pero también quiere ocultar esa información al macho dominante.
Y añade el científico, para pensar de este modo se debe ser capaz de reproducir el interior del cerebro de otros primates. Si pudiera hablar la resumiría así: “ella sabe lo que pienso; él no sabe lo que pienso; ella sabe que yo no quiero que él sepa lo que pienso”. 
Sólo nuestras especies más próximas y la propia mente humana somos capaces de construir teorías acerca de otras mentes.

Cuando somos capaces de proyectar en las mentes de otros, estamos alumbrando nuestra conciencia en nosotros mismos. Al reconocer nuestro límite con respecto a las otras conciencias cobramos consciencia de nosotros mismos. Es decir que somos conscientes de nuestros pensamientos porque antes desarrollamos la capacidad de imaginar los pensamientos de otras personas. Sin esos límites, seríamos conscientes del mundo en un sentido básico, pero no seríamos conscientes de nosotros mismos porque no habría nada con qué compararnos. El yo y el mundo serían indiscernibles.

viernes, 5 de junio de 2015

La moral del camaleón



Autora: Adela Cortina

Editorial: Espasa Calpe, Madrid, 1991



La catedrática de ética y filosofía Adela Cortina escribía este sugerente libro a finales de los ochenta y principios de los noventa.

Nietzsche había anunciado en su tiempo la muerte de Dios y con ello el fin de una moral, la moral del deber y de la sumisión; la representaba a través de un camello. Para Adela Cortina en España, a la moral del camello la estaba sucediendo a finales de siglo, la de otro animalito que a todo se adapta, porque lo que le importa es vivir: el camaleón. La moral del camaleón, nos dirá, sirve para ir tirando, pero no para ser hombre o mujer en el hondo sentido del término. Era un estilo de vida al que se apuntaron políticos y ciudadanos, defraudando con ello ideales seculares, sueños de la humanidad, como el de una sociedad de individuos autónomos y justos.

Popularmente entre la progresía de aquel final de los ochenta que se conoció como los años del desencanto. Definitivamente las utopías quedaban desterradas y con ellas demasiadas ilusiones arrumbadas. El tope de las aspiraciones políticas había llegado a una democracia liberal que ofrecía la protección de la libertad por medio del derecho.

La moral del nuevo socialismo ya no sería el colectivismo, sino el individualismo, un individualismo solidario, entendiendo por solidaridad cooperación. Cooperar para el bien común, para el beneficio mutuo. Frente al liberalismo tradicional que propugnaba menos Estado, este socialismo busca extender y profundizar en el Estado democrático, articulando una respuesta coherente a los movimientos sociales. Sin pública información y libre discusión no hay democracia posible, dirá Cortina.


Pero una democracia puede resultar legítima con dos tercios de ciudadanos respetados y satisfechos.  La democracia de los dos tercios. Sin embargo ¿es una democracia justa?  Un tercio de ciudadanos desfavorecidos por la lotería social es demasiado para una sociedad moderna que pretenda estabilidad, legitimidad, dignidad, equidad y justicia. Si el principio de toda ética es el rostro del otro, en este caso la ética exigía transformar un sistema que por muy democrático que fuera era injusto por producir miseria. 


Idéntica afirmación se puede aplicar a nuestro régimen democrático actual.

El problema está en que una ruptura radical tendría un alto coste en sufrimiento colectivo sin tener muy claro cuál sería la meta.

martes, 2 de junio de 2015

Globalización


Autor: George Soros
Traductor: Rafael Santandreu Lorite
Editorial: Planeta, Barcelona, 2002
 
El autor de este libro es George Soros, un húngaro que sobrevivió a la ocupación nazi, huyó a Inglaterra con 17 años tras la instauración del régimen comunista en su país, y se trasladó con 26 años definitivamente a Estados Unidos. A partir de la gestión de un fondo de inversión internacional que él mismo fundó comenzó a acumular una enorme de fortuna. En un solo día de 1992 logró ganar alrededor de 1000 millones de dólares al obligar a devaluar la libra esterlina. También consiguió buenos dividendos de las continuas devaluaciones de la peseta (5, 6 y 8 %) entre 1992 y 1993.
No se considera un hombre de negocios sino un crítico del sistema.  Gana dinero como crítico del mercado. Digamos que es un excelente analista financiero.

Este libro, anterior al estallido de la crisis de Leman Brothers, plantea sin embargo algunas de las fallas del sistema de la globalización que él consideraba podrían quebrar. Advertía por ejemplo de la inflación de las propiedades inmobiliarias y de las acciones a crédito. En una entrevista manifestó entonces que “las burbujas, aún cuando sean identificadas con anticipación, no es fácil evitarlas porque si el banco central lo intentara provocaría una fuerte contracción en la actividad económica, o sea el enlace que tratamos de evitar”.  Seis años más tarde esta burbuja estalló con las consecuencias que todos conocemos.
La preocupación central del libro es el, cada vez, mayor desequilibrio internacional y por ende la cada vez mayor inestabilidad del sistema global como consecuencia de la inadecuación (por anacrónicos) de las instituciones que se encargan de sostener dicho sistema. Fundamentalmente son cuatro instituciones internacionales, la Organización Mundial del Comercio (OMC), la Organización Internacional del Trabajo (OIT), el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial (BM).
Cree que tanto los fundamentalistas del mercado (neoliberales) como los activistas de la antiglobalización (la izquierda de la izquierda) pueden destruir estas instituciones y eso tampoco sería lo que necesitamos; lo que él propone es mejorarlas, hacerlas más fuertes lo que quiere decir que no deben depender de la influencia de ningún estado. Porque los estados tienen intereses, pero no principios. A este respecto considera que Estados Unidos es el mayor obstáculo para la cooperación internacional ya que está resueltamente en contra de cualquier acuerdo internacional que pudiese afectar a su soberanía.

No encuentra una alternativa viable y realista a la globalización de la economía, por eso considera que lo que hay que hacer es racionalizarla,  ordenarla,  controlarla si es necesario para dotarla de estabilidad y equilibro; y atender a las necesidades de los países más perjudicados por este sistema que son los que están en vías de desarrollo. Aunque advierte que si bien los países de la periferia pueden encontrar doloroso pertenecer al sistema, la opción de salirse podría ser todavía peor.
Le parece fundamental la canalización de las ayudas a los países necesitados a través de sus propios ciudadanos y piensa que el mal gobierno es la principal causa de la pobreza.

En un tono divulgativo el libro analiza la dinámica de la economía global al tiempo que disecciona el funcionamiento de las instituciones financieras que la respaldan.