Autor: Pedro Aullón de Haro
Editorial: Verbum, Madrid, 2012
Estamos ante un ensayo de gran erudición y no menos
profundidad sobre los discursos históricos de la lectura así como de la consideración
de ésta desde una teoría general como una construcción teórica en el marco de
la historia del pensamiento y de la cultura.
Según Aullón de Haro lla ectura comparte el misterio esencial
del lenguaje que consiste en percibir que la realidad material se torna
metafísica produciendo significado; es decir crea formas y produce
transformaciones verdaderas con el concurso de la reflexión.
La escritura por su parte sería así la forma visible del
lenguaje que se retorna audible e invisible mediante la lectura. En este
sentido la lectura vivifica porque leer es crear, multiplicar. También la
lectura encierra la voz y presupone el silencio. Además es una experiencia
artística e intelectual, en tanto que interviene directamente sobre el espíritu
del lector.
El autor también llama la atención, para no llevarnos a engaño, de que en realidad
vivimos en una sociedad de la información y no del conocimiento como mucha
gente pudiera pensar.
Cita a Schopenhauer para quien leer es una alternativa del
pensar y equivale a pensar con un cerebro ajeno. En este sentido la novela
sería para él un género detestable; este filósofo alemán salva pocas obras de
esta apreciación y una de ellas sería El Quijote. Sin embargo aquellas que
salva por su calidad aconseja leerlas varias veces para acceder a todo lo que
nos tienen que decir. Continuando con Schopenhauer, clasifica a los escritores
en estrellas fugaces, planetas y estrellas fijas. Las primeras se presentan
como un estruendo pero pronto desaparecen; los planetas, por su proximidad,
brillan más para sus contemporáneos, pero su luz es prestada y acaba. Las fijas,
como los grandes escritores, pertenecen al mundo, no cambian de aspecto, y
permanecen inmutables para la Humanidad.
Volviendo al autor Aullón de Haro, en el libro que estamos
comentando describe diversas clasificaciones y tipologías de la lectura destacando
de todas ellas la que denomina lectura seria, la más profunda y atenta, la
que eleva la comprensión y la imaginación intelectual hasta lugares
privilegiados. Y advierte de que el
abandono de esta lectura, o su merma (que permanece secular en un sector
significativo de las sociedades), produciría, sin duda, una caída de las
capacidades de intuición, comprensión y reconciliación con el mundo sin posible
analogía.
Estas reflexiones le llevan a lamentar el que hoy en los
centros apenas se proponga “leer a los clásicos” en parte porque apenas hay
alumnos capaces de hacerlo. En parte también porque acostumbrados a la
lectura en línea se está provocando cierta “digresividad
errática que en sus formas extremas tiene como consecuencia la dispersión
psíquica y conceptual así como la fragmentación del sentido de la realidad”.
Para la cubana Camila Henríquez Ureña esta incapacidad se
debe a los obstáculos que tiene el lector inexperto por su propia personalidad,
su ignorancia, su querencia de leer solo cosas sencilla o su error de confundir
el goce estético con la diversión.
Destaca también Aullón la dicotomía entre Witttgenstein y Stanley
Cavell por una parte, para quienes la lectura es siempre íntima, personal e intransferible y, por otra, Martha
Nussbaum para quien la lectura participa de lo público, caso de la tragedia griega o la novela moderna, que si
bien tienen un cariz personal, se proyectan más allá del individuo; nuestro autor se
decanta por este segundo modelo de lectura ya que considera que en las grandes
obras hay ideas, emociones o sentimientos que transcienden el tiempo y el lugar
y se erigen en universales de la condición humana.
Y ello a pesar de que, como asegura, no hay dos lecturas
iguales del mismo texto, ni siquiera por el mismo lector; porque el tiempo
produce significado. En este sentido la lectura es un acto irrepetible. Según
André Maurois la lectura puede
interpretarse como un diálogo en diferido y un discurrir especializado de la
tradición.
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