El Profesor Emilio Lledó tiene una relación privilegiada con Santander merced a la Universidad Internacional Menéndez Pelayo ubicada en el palacio de la Magdalena. Sus cursos magistrales producen una entusiasta recepción en sus numerosos alumnos y es en este ámbito en el que hemos tenido la oportunidad de entrar en contacto con él. Miembro del Club Lector de Peonza desde 2002, en esta ocasión podemos contar también con sus siempre interesantes reflexiones sobre el leer y el pensar.
1) Vd. ha dicho en alguna ocasión que uno de los signos más graves de la crisis de nuestro tiempo es que estamos dejando de pensar. ¿Puede ampliarnos esta idea?
Con dejar de pensar me refiero, sobre todo, a la capacidad de plantearse, de una manera original, creativa, personal, la interpretación de los sucesos de los que tenemos noticia. En un mundo como el que nos ha tocado vivir, donde es más fácil comunicarse y el que estamos continuamente sometidos a la presión y también a la manipulación de muchos medios de información, podemos "funcionar" mentalmente con uno de los fenómenos comunicativos más destructores para el pensamiento: las "frases hechas", las palabras que al repetírnoslas, empiezan a estructurar una serie de reflejos condicionados que provocan respuestas automáticas, irracionales, agresivas muchas veces. Vivimos de estos reflejos y actuamos, o podemos, actuar con ellos. El pensamiento, aprisionado por estos condicionamientos, languidece y se hace inservible.
2) También ha manifestado en alguno de sus ensayos su
preocupación, su temor por la palabra
escrita. ¿Cuáles son, en su opinión, los peligros que la acechan?
La palabra hablada o escrita es la característica esencial de los seres
humanos. No creo que la acechen muchos peligros, si lo que hablamos o
escribimos brota del
ser que somos, de la palabra que somos. Sobre
todo si cultivamos ese don maravilloso de entender, de querer la verdad.
3) ¿Qué se debería hacer para que el panorama planteado
en las preguntas anteriores cambie? ¿Es Vd. optimista al respecto?
Creo que hay que fomentar la libertad, la verdadera libertad. Porque
hay una falsa libertad, la libertad como "palabra hecha", como frase
gastada, como concepto manipulado. Me ha sorprendido, una vez más, la utilización
del eslogan "libertad de enseñanza" que se ha visto en la
manifestación de obispos, políticos, ciudadanos del 12 de noviembre. Me
gustaría saber, de verdad, qué piensan bajo la palabra libertad. ¿Qué es lo que realmente quieren
o pretenden? Ese eslogan de la libertad, sí que habría tenido sentido en el
franquismo; pero parece ser que el dominio de la dictadura del
"nacional-catolicismo", les gustaba a los padres o a los abuelos de
los que, precisamente ahora, se desgañitan proclamándola. Es curioso que países
como Francia o Alemania, con una magnífica enseñanza pública no estén
preocupados por salir a la calle con sus obispos al frente reclamando libertad
de enseñanza. Entristece esta "catolización" y este más o menos
larvado fundamentalismo. De todas formas, hay que permanecer optimistas. Lo
malo es que con esas mentes es imposible dialogar. Muchas de ellas, con todos
los respetos, defienden intereses, parcelas de poder sobre las conciencias.
Poder mental y poder económico. Por supuesto que hay que pensar que buena parte
de esos manifestantes son, digamos, inocentes de las manipulaciones mentales
que pueden haber sufrido a lo largo de su "educación". Su indefensión
es consecuencia de la ignorancia y de la cantidad de frases hechas con que se
les ha condicionado.
4) ¿Qué papel puede jugar la lectura en este proceso?
¿Cómo ve el estado de la lectura en España?
La lectura, el fomento "amoroso" de la lectura, de los libros
que dan libertad, que enseñan libertad para poder pensar, es una manera de
escapar del imperio del fanatismo religioso, político, ideológico. Y también
una liberación del dominio de las imágenes que, con la televisión, constituyen
buena parte de la educación. El mundo de las imágenes, a través de los modernos
medios de comunicación que, no tienen, en principio, que ser perniciosos para
la formación y felicidad de los ciudadanos, se puede convertir en una fuente de
ofuscación para ver la realidad, en una falsificación. El insistente
chisporroteo televisivo puede lesionar la fluidez y "continuidad" que
la lectura y el pensamiento requiere. La "cultura" del leer, de
imaginar libremente, de cuidar el pensamiento abstracto (logro supremo del ser humano) ha de venir de
la escuela, por el "medio de comunicación" de los profesores que
sientan la excepcional importancia de la educación, y que sean capaces (porque
así lo sientan ellos mismos), de inspirar, de transmitir amor por la lectura.