Traductor: Ricardo Martín Rubio
Ilustrador: David Macaulay
Editorial: Océano Travesía, Barcelona, 2011. 25 €
Todos comenzamos por una sola célula; pero, como es sabido, ésta (célula madre) se divide en dos descendientes idénticos; y pronto uno o los dos se convierten en “madre” y también se dividen. Repitamos esto unos cuantos millones de veces y se tendrán suficientes células para formar un ser humano. Administrar una organización tan complicada como nuestro cuerpo requiere un trabajo en equipo a la vez que una división del trabajo entre las células corporales y una especialización en función de la misión que tenga encomendada cada grupo de estas células. Y así las neuronas se encargan de transportar mensajes, los glóbulos rojos transportan oxígeno y las fibras musculares mueven los huesos. Cada comunidad bien entrelazada de células con funciones semejantes y que trabajan juntas se llaman tejidos; y a partir de los tejidos nos adentramos en las funciones más complejas como la respiración, la circulación sanguínea, la alimentación, la digestión, absorción y asimilación o la reproducción. De esto y de muchas cosas más habla el libro. Pero con ser importante lo que dice cobra especial relieve el cómo lo dice.
En efecto, uno de sus principales atractivos es la comparación de los distintos procesos biológicos con operaciones y dispositivos mecánicos de la vida cotidiana. Por ejemplo, y resumiendo, nos vendría a decir Macaulay: la sangre se comporta como un distribuidor que entrega materiales esenciales a las células al tiempo que se lleva sus desperdicios; también es un regulador que reparte calor por todo el cuerpo y mantiene la temperatura constante; además actúa como un protector con la capacidad de tapar fugas o como un ejército que ataca a los elementos nocivos. Sin embargo todo ese sistema de mensajería sería inútil si el corazón no actuara como una poderosa bomba de movimiento rítmico y continuo que expande el líquido rojo por el sistema circulatorio. Las arterias y venas serían las autopistas de esta red circulatoria y los vasos capilares serían las calles aledañas por donde se realizan las entregas a domicilio a los trillones de células corporales; fin del resumen.
Pero no siendo pequeña esta característica de ver el cuerpo humano como una compleja maquinaria en perfecto funcionamiento, el gran valor de este volumen son las ilustraciones: copiosas, ágiles, originales, simpáticas, ocurrentes, audaces, sorprendentes y siempre al servicio del texto al que iluminan, enriquecen, refuerzan y facilitan su comprensión. David Macaulay ya nos tiene acostumbrados a esa forma tan peculiar suya de divulgar la ciencia entre los jóvenes lectores con su gran talento expresivo, pictórico y plástico. Obras como “Mamut on line” o “Cómo funcionan las cosas” son ejemplos de lo que estamos diciendo y a los que en parte se puede acceder desde Internet.
Por lo demás el libro es un excelente manual, enciclopédico y completo, del funcionamiento de nuestro cuerpo; el lector podrá entender sin gran esfuerzo el qué, el para qué, el cómo y el por qué de cada una de las funciones de nuestro organismo para que éste permanezca vivo y por tanto en permanente cambio. En definitiva estamos ante un magnífico tratado de biología humana al alcance de cualquier entendedor; un modelo de divulgación científica para los jóvenes lectores; un recurso eficaz para aprender a amar la ciencia; y una joya bibliográfica. (P.M.) Publicado en Peonza Nº 103 diciembre de 2012
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