Es sabido que las destrezas que exige el dominio de la técnica lectora (descripción, comprensión, clasificación, abstracción) son las bases de todo aprendizaje académico.
Pero también posibilita la comprensión efectiva de un texto el conocimiento general que el estudiante tiene sobre la estructura de los textos. Y así, el alumno debe saber que todo texto escrito tiene una organización interna, que existen formas distintas de organizarlos y que estas formas pueden y deben ser detectadas.
Por ejemplo, si se trata de una novela, el lector sabe al comenzar su lectura que se va a encontrar con un tema, una ambientación, unos personajes, una trama y un desenlace.
En general los textos informativos de las diversas materias a los que se va a enfrentar el joven estudiante se organizan en torno a cinco formas básicas (comparación, problema/solución, causalidad, descripción, secuencia); cierto es que la estructura definitiva de aquéllos presenta una organización mixta, en tanto en cuanto aparecerán varias de estas formas en el mismo texto. Pero en cualquier caso la detección de esta organización interna es fundamental para la comprensión porque este conocimiento general, a.) se convierte en el rol organizador de lo que se va leyendo y estudiando; b.) actúa como un horizonte de expectativa para el estudiante pues gracias a él puede tener una idea previa de lo que se va a encontrar cuando inicie un tema; y c.) representa un pacto de lectura entre autor y lector ya que supone para este último disponer de una categoría clasificatoria que asegura la comprensión del texto desde el punto de vista de su composición y contenido.
Por lo demás, tanto los conocimientos previos como la familiarización con las estructuras textuales se adquieren, por la consulta y el tratamiento continuado de textos adecuados y exigentes; es una obviedad que cuanto más se conoce de un tema más fácil resulta su comprensión, como también lo es que cuanto más se ejercita con este tipo de textos, más se avanza en la lectura comprensiva; es decir que cuanto más se practica esta forma de trabajar mayor rendimiento intelectual se consigue y mayor será la calidad de la lectura. Y es que la mejora en el nivel de lectura sólo puede venir del trato con textos que exigen determinadas formas de leer; y de pensar.
Por eso creemos que el estudio desde la consulta promueve en el alumno una determinada forma de leer que se traduce en una actitud especial, activa, despierta, inteligente, que implica saber escuchar, saber esperar, saber interrogar, ponerse en función de la información que se persigue y desarrollar las estrategias cognitivas que los diversos tipos de información demandan.
Esto a su vez exige que los jóvenes lectores deben conocer los diferentes tipos de lectura y saber adecuar la velocidad lectora en función de los distintos contenidos y de las diversas necesidades y objetivos que con dicha lectura se persigan; el grado de aprendizaje de un alumno está, en parte, en función de la calidad lectora adquirida y del tipo de lectura que utiliza. Por eso desde la biblioteca, utilizada como lugar de estudio y consulta, se ayuda a la mejora del rendimiento académico de los alumnos y a profundizar en su calidad lectora.
Pero además, mediante este proceso de profundización en el nivel lector se pone al joven en las mejores condiciones para que se produzca el paso de lo particular y anecdótico a la generalización y abstracción; es decir, que se favorece el salto del pensamiento concreto al pensamiento formal o abstracto.
(Adaptación del artículo publicado por Paciano Merino en Peonza Nº 81 con el título "Estudiar desde la biblioteca").
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