viernes, 3 de octubre de 2014

CARACTERÍSTICAS DEL LECTOR DE SECUNDARIA (III)

EL PERFIL LECTOR DEL ESTUDIANTE SECUNDARIA

El alumno de Secundaria, abandonado a su suerte como lector, muestra algunas características que sin ser generales, nos tememos empiezan a extenderse cada vez más entre esta población estudiantil.

NIVELES DE LECTURA
El que no lee, piensa en la lectura como un pasatiempo más, incluso el lector común en general la siente como un entretenimiento, sin embargo el lector maduro, el verdadero lector sabe que la lectura es una experiencia difícil de explicar, que es una experiencia que tiene algo de intransferible.
Como señala José Mª Guelbenzu ese lector que ve en la lectura un entretenimiento estaría en proceso de formación. Estaríamos ante un lector ingenuo.
Otro tipo de lector es el que disfruta de la lectura, el que busca una satisfacción inmediata; usa la literatura para verificar lo que ya sabía. No se hace preguntas... No es que le guste lo malo, es que no aprecia lo bueno.
Por último estaríamos ante el buen lector, el lector con sensibilidad literaria, el que vive la lectura como una experiencia trascendente. Es el que hace de la lectura un arte.

1.- De la lectura superficial a la lectura interpretativa
Yo creo que podemos observar en nuestras aulas que un importante número de alumnos no pasan de un nivel lector ciertamente bajo, superficial, un nivel lector escasamente elaborado que amenaza con ser un lastre para hacer lecturas más complejas y ricas cuando así se les demande.
Se trata de un tipo de lectura apática, pasiva, vacilante, intermitente; una forma de lectura corriente y epidérmica que resbala sobre las palabras del texto sin producir la más leve impresión, el más mínimo efecto en la mente del lector. Se cabalga con más o menos torpeza sobre las frases para ver lo que pasa en el relato, sin detenerse en el valor y sentido de las palabras, sin captar sus matices, los dobles sentidos, el sentido profundo, sin detectar el guiño al lector conspicuo. Los jóvenes hacen surfing con la lectura.
  

Es un vicio que, en el mejor de los casos, lo han adquirido en las malas novelas, pero que quizás también es consecuencia de la celeridad de los tiempos, o del abuso en el consumo televisivo como hemos intentado demostrar.
Lo cierto es que se lee pensando en el final de la historia, en lo que pasará; se busca el argumento, pero sobretodo su desenlace.


A veces esta forma de leer lleva también aparejado un deficiente dominio de la mecánica lectora propiamente dicha, manteniéndose esa lectura, vacilante, insegura, arrítmica, inexpresiva de la que hablábamos al principio; y aunque el automatismo de la técnica lectora puede mejorar con la práctica, cualquiera que sea ésta, el nivel de profundización en la lectura es algo más complejo y sujeto a otros condicionantes algunos de los cuales son más difíciles de controlar.
Es evidente que con esta forma de lectura, pobre por simple, se resiente el rendimiento sobre aquellas materias cuya asimilación dependen de una buena base lectora, como es el caso de nuestra disciplina.
Podríamos establecer una escala sobre los niveles de lectura que se practican en el aula:
· Silábica
· Vacilante
· Corriente... corresponderían al nivel de Enseñanza Primaria

· Expresiva
· Comprensiva... corresponderían a niveles de la ESO


· Gozosa...............Disfrutar de la Literatura
· Reflexiva ........... Pensar lo leído y sobre sí mismo como consecuencia
· Crítica................. Distanciamiento,... Necesario para comentar textos
· Intrerpretativa..... Lectura madura; diálogo, interacción, contraste,...

2.- Hacia un nuevo concepto del leer
Yo creo que deberíamos ser más rigurosos con el concepto de lectura. Con frecuencia tendemos a utilizarlo en un sentido amplio y general. Por ejemplo, damos por supuesto que todos los alumnos que tenemos en las aulas saben leer.   


Ciertamente ha habido un relajamiento en la aplicación del concepto de lectura como habilidad intelectual. Concedemos como adquirida esta capacidad con demasiada ligereza o excesiva generosidad. Consideramos que un alumno ha adquirido la capacidad de leer cuando articula correctamente las palabras y entiende lo que significan. Sin embargo la agregación de los significados de las palabras no siempre equivale al sentido de la frase resultante.
¿Podemos decir que un alumno sabe leer cuando le supone un esfuerzo entender un texto adecuado a su edad? (Un alumno puede saber leer a los ocho años y no saber a los quince, si lee igual que a los ocho, de la misma manera que diremos que sabe andar a los dos años y no sabría hacerlo a los quince sino no ha mejorado nada su técnica de locomoción)
¿Podemos decir que sabe leer cuando avanza a trompicones, con lentitud o realiza una lectura en voz alta, monótona y plana, sin ritmo ni entonación?

Yo mantengo que el concepto de lectura está devaluado. Flaco favor el que hacemos a los alumnos que a menudo no saben donde está uno de sus puntos débiles cuando estudian.
En estos momentos hay alumnos en los Institutos que no saben leer. Y ellos no lo saben. Esta precisión con la terminología nos ayudaría a abordar muchos problemas de rendimiento escolar en nuestras clases.

No puede haber lectura inteligente si no hay lectura rápida, que no quiere decir que la tenga que utilizar siempre. Pero tiene que ser capaz de utilizarla; y tiene que producirse sin esfuerzo (automatismos), con facilidad y fluidez. A partir de estas premisas habrá que cultivar el que, además, sea una lectura comprensiva o crítica o interpretativa, imprescindibles para abordar el estudio de la historia en el Bachillerato.
No es pues, ocioso clarificar estos conceptos y buscar una mayor exigencia en la utilización de los mismos.
El centro educativo, consciente de la verdadera dimensión de esta capacidad lectora puede desarrollar estrategias y poner en marcha iniciativas. Este no puede ser un empeño solamente del Departamento de Lengua, ni del de Historia, aunque nos atañe muy de cerca.

3.- Otros rasgos lectores de nuestros alumnos
Es observable en nuestras aulas con alguna frecuencia, cómo a determinados estudiantes les cuesta mantener una atención sostenida mientras leen o estudian; muestran una atención dispersa, vaga, pasiva, una atención inconsistente y no sostenida.
En tales condiciones, la acción lectora se mecaniza y la actividad mental se torna involuntaria, pudiendo pasarse minutos y minutos de lectura (¿o de estudio?) sin ser conscientes de que lo estaban haciendo y, sobre todo, de qué es lo que estaban haciendo o qué es lo que estaban estudiando.
Además, una atención tan débil se disipa ante cualquier distracción que les asalte.
Más que abordar un texto o dejarse desbordar por él lo bordean, atendiendo sólo a la anécdota. Incluso en los casos de consumados lectores lo son más como consumidores que como degustadores de páginas; devoran historias pero no detectan los juegos del lenguaje, la ironía o el doble sentido.
Pertenecen al tipo de lector gastronómico, un lector pasivo que se “traga” el texto, en vez de recrearlo.

Ante un texto de estudio que leen lo convierten en una mera colección de ideas sin orden ni relación. Incluso cuando aparentemente se muestran capaces de parafrasear, resumir y relacionar explícitamente las ideas entresacadas del texto, pueden fracasar al operar con ellas en una situación nueva. En ambos casos, resulta también muy común que lean el texto en cuestión sin una meta clara que guíe sus pasos, y que experimenten serias dificultades para identificar los problemas que pueden surgir en su transcurso.

Con un nivel de lectura tan primario, estos estudiantes sólo son capaces de captar sentencias breves e informativas cuyo contenido nunca podría rebasar el significado literal de los signos. No saben leer de otro modo ni aspiran a mejorarlo. Este tipo de lector sin no madura estará marginado de la interpretación cultural de la realidad, en el sentido que lo decía Jean Foucambert.
Una práctica lectora con estas características no contribuye eficazmente a la formación crítica y autónoma del lector; por el contrario, desde tales supuestos no debe sorprendernos que se produzca con frecuencia una identificación literal con el autor, sin que tenga lugar el necesario distanciamiento que provoque la reflexión personal; de esta forma, el lector tampoco participa activamente en la reestructuración que se está produciendo en su interior como consecuencia de la lectura.
Esa forma de lectura, repercute evidentemente en las dificultades que plantean las diversas disciplinas. No disponen del instrumento básico para abordarla., y eso es una razón más para que la materia e incluso la propia lectura, les resulte árida, difícil. Es la primera razón y con ella perdemos la primera batalla, que es la de la motivación, el interés, el conseguir una actitud positiva ante la actividad de leer.
A partir de aquí , la antipatía por la lectura se va apoderando del estudiante y se transvasa a las asignaturas que le demandan un ejercicio lector intenso y se irá traduciendo en desinterés, desmotivación, ausencia de esfuerzo, inhibición.

Tampoco cuando se esfuerza ve compensado su trabajo, o los resultados son como mucho mediocres.
Evidentemente ellos no son conscientes de que la asignatura se les presenta quasi insuperable por su escaso equipamiento intelectual.

Muchos jóvenes lectores desconocen las diferentes maneras de leer en función de los distintos contenidos y de las diversas necesidades del lector; y así muestran la misma actitud y disposición ante un texto narrativo de evasión, que ante un ensayo o un tema de estudio. No son conscientes de que experiencias tan dispares no pueden disponerse a vivirlas de la misma forma. Evidentemente hay una falta de formación lectora.
Y sin embargo, a pesar de que les gusta la acción estamos hablando de alumnos que utilizan una forma de lectura apática y pasiva, como ya hemos dicho; su voluntad ha quedado anestesiada y su criterio personal abortado o inmovilizado, si alguna vez lo han tenido: sólo pueden recibir significados sencillos, simples y elaborados que aceptan mecánicamente. En el mejor de los casos son consumidores de texto como ya hemos dicho.
Sólo leen con los ojos y no están preparados para realizar una lectura más madura a la que deberían acceder tras la adolescencia.   

Estamos así ante un tipo de lector limitado que no sabe lo que es leer.
No puede haber comprensión, si falla la técnica lectora. Ese alumno está incapacitado para superar el nivel de lectura que se le debería de exigir por su edad.
Para este grupo la lectura les supone un esfuerzo y en la mayoría de los casos frustrante.

No quiero arrojar una imagen excesivamente derrotista del estudiante de Instituto en tanto que lector; y tampoco estoy negando que algunas características de este perfil lector no se hayan dado en otras generaciones. Y desde luego no pretendo generalizar ni extender a la mayoría de los estudiantes de Secundaria este perfil lector que aquí se ha apuntado. Pero creo que se puede constatar la existencia de un grupo importante en nuestras aulas que responde a estas características. Es algo más que un grupo testimonial que esperemos no representen una nutrida vanguardia.

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