martes, 27 de septiembre de 2016

El Minotauro global

Autor: Yanis Varoufakis
Traductores: Celia Recarey y Carlos Valdés
Editorial: Capitan Swing, Madrid, 2012.

Cuando Varoufakis escribía y publicaba este libro no había saltado al estrellato  internacional como ministro de economía de Syriza (2015), pero ya tenía experiencia en el campo político como asesor que había sido de George Papandreu (2004-2006). Años después le criticará  severamente por la deriva de su gobierno. Sin embargo en el 2012  ya era reconocido como un gran orador y agudo analista, que intervenía en medios de comunicación como la BBC, la CNN, Sky News o Bloomberg TV. No me cuesta mucho imaginar el papel de enfant terrible que debió de jugar en estos medios. 
Y quiero suponer que es la misma actitud provocadora con la que explica en este libro la evolución del capitalismo desde el final de la Segunda Guerra Mundial. La vigorosa metáfora que da nombre al ensayo es ya una declaración de intenciones.
Como es sabido, el mito griego del Minotauro se remonta a cuando el poderoso rey de Creta, Minos que era hijo de Zeus y Europa, pidió a los dioses un toro para sacrificarlo. Poseidón le concedió un soberbio animal tan magnífico que prefirió quedarse con él y sacrificar otro toro más corriente. Poseidón se vengó hechizando a la esposa de Minos y haciéndola sentir un incontrolable deseo sexual por el animal. De tal unión monstruosa nació el Minotauro que se alimentaba de carne humana y que el rey Minos hizo esconder en un laberinto subterráneo. Tras una eventual derrota contra Atenas el rey Minos obligó a los atenienses a proporcionar cada nueve años siete doncellas y siete varones para alimentar al Minotauro.
Finalmente el joven griego Teseo mató al Minotauro, Atenas se sacudió el yugo de la hegemonía cretense y comenzó una nueva era para los atenienses.

Para Varoufakis, Estados Unidos, como la antigua  Creta,  sería esa potencia hegemónica que proyecta su poder a todas las áreas de su influencia (guardiana de la paz en determinados países y vigilante de seguridad de las rutas comerciales). La bestia que estaba en Estados Unidos era el enorme déficit que seguía acumulando y en el que basaba la propia hegemonía global. Y el tributo que afluía del resto de las áreas comerciales era los enormes capitales que entraban para alimentar ese déficit bestial que los estadounidense incrementaban intencionadamente. La herida de muerte del Minotauro se la infligiría el derrumbe del sistema bancario.

Nuestro autor sitúa en 1971 el comienzo de una decisión estratégica de  los estadounidenses: en lugar de reducir los déficits (el presupuestario y el comercial) deciden incrementarlos todavía más. Los números rojo los pagarían el resto del mundo mediante las grandes oleadas de capital que fluían incesantemente a Wall Street. Alemania, Japón y después China, producían bienes en masa que la población estadounidense devoraba. Y el 70 % de los beneficios de estos países volaban a Wall Street, donde se transformaba en acciones, préstamos y nuevos instrumentos financieros que iban calentando el corazón de la bestia.  El auge de la codicia, la ingeniería financiera y el repliegue de los organismos reguladores, hicieron que los productos tóxicos fueran penetrando todo el sistema.
A continuación hace Varoufakis un análisis más personalizado de cómo se fue fraguando el sistema que generó el Minotauro global.  Nos recuerda lo que ya decía Marx de que el capitalismo tiende a la contradicción, produciendo al mismo tiempo que una enorme riqueza una pobreza insoportable. Para muchos economistas, esta es la era más desigual de la historia.
Sostiene que el inicio de la integración europea, la CECA (Comunidad Económica del Carbón y del Acero) fue una grandiosa idea americana ejecutada por sus altas esferas diplomáticas, algo que en su momento denunció De Gaulle. De esta forma Alemania tendría acceso a su propio espacio vital, el Mercado común europeo, sin necesidad de más guerras.
En la UE de los doce, Varoufakis distingue tres tipos de economías: países generadores de excedentes (Alemania, Holanda, Bélgica flamenca, Austria y países escandinavos), países inductores de déficit (Italia, Grecia, España y Portugal) y Francia, que aunque fracasa en conseguir superávits, dispone de dos grandes fortalezas, sus instituciones políticas y su sector bancario. La amenaza para los países con superávit que necesitaban seguir vendiendo a los países deficitarios, era las devaluaciones monetarias competitivas de estos últimos. Italia y otros países los estaban utilizando  para limitar sus déficits comerciales con Alemania. Las élites de los países deficitarios también salían perjudicadas con las devaluaciones. Tal amenaza desapareció con la moneda única. 

Pero con la creación del Euro se generó un estancamiento en los países deficitarios y en Francia que se vieron obligados a enfriar sus economías para bajar la inflación al límite del 3 %. Por el contrario, Alemania alcanzó excedentes excepcionales, con los que sus corporaciones internacionalizaron las actividades en EEUU, China y el Este de Europa. Alemania se convirtió en el simulacro europeo del Minotauro global. Era el precio que los rezagados y Francia tenían que pagar por atar sus monedas  al marco alemán. A cambio tendrían préstamos más baratos con lo que aumentaba el consumismo a base de deuda.
 Con la crisis del 2008, el Minotauro muere, China reafirma su protagonismo global, y Europa comienza a desintegrarse porque su arquitectura no es lo bastante sólida para soportar la onda expansiva provocada por los estertores mortales de la bestia.

El diagnóstico es lúcido y las conclusiones de tal análisis  son sombrías. Por el contrario, sus propuestas son optimistas,  luminosas, aunque sus opciones de llevarse a cabo son muy escasas.

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