martes, 6 de diciembre de 2016

Bajo la fría luz de octubre

Autor: Eloy M. Cebrián
Editorial Alfaguara. Madrid, 2003.

El pasado, como todo tiempo histórico se nos presenta inmodificable, pero si se trata de un pasado reciente suele mostrarse entreverado de brumas, mitos y versiones particulares, cuando no partidarias. Estas variaciones, o desviaciones, se agudizan cuando el período en cuestión está marcado por graves crisis y convulsiones sociales. La historia oral de los que vivieron aquellos tiempos de desgracia y horror, contribuye a mantener esa multiplicidad de perspectivas. Solo la historia como disciplina puede ofrecer un mayor grado de acercamiento objetivo a los diversos aconteceres de las sociedades pasadas.

Sin embargo es posible que la frecuencia de relatos literarios que traten y reflejen esos  períodos convulsos, contribuya a incorporar al imaginario colectivo una memoria dura y triste ciertamente, pero también liberadora de tensiones, emotiva y favorecedora de procesos madurativos; en definitiva una memoria necesaria.

Algo de todo ello hay en la novela que aquí comentamos y que tiene como marco histórico el período más trágico de la España del siglo XX. En efecto la protagonista de nuestra historia despierta a la adolescencia durante la II República española, asiste lejanamente a la evolución de ésta y a sus principales acontecimientos, percibe algo más próxima la guerra desde una ciudad de provincias cercana a Madrid y sufrirá personal y familiarmente los efectos de la postguerra desde la perspectiva de los perdedores. Su transición desde la adolescencia a la vida adulta coincide con el peor de los tiempos de un país que agoniza de manera dolorosa. El horror que empezó siendo un rumor lejano, un ruido de fondo, pero que no cesaba, terminó cercándola lentamente hasta rodearla por completo.

Narrada en primera persona, la lectura de esta novela hace que vayamos adentrándonos de manera gradual hasta el corazón de la tragedia al mismo ritmo que lo hace la protagonista en su peripecia vital trascendente, participando con ella de la ternura, la inocencia, las ilusiones y las esperanzas, pero también de la fiereza, la crueldad, la decepción y la derrota.

Estamos pues ante una historia conmovedora e intimista, que invita a la reflexión y favorece la madurez. Escrita con un estilo directo, sencillo y sereno, la obra que estamos comentando no deja indiferente a quien sale de su lectura. No en vano ha sido Premio Jaén de Narrativa Infantil y Juvenil. 

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