martes, 27 de agosto de 2013

La idea de progreso (y IV)


El avance de la historia: el aguijón utópico
Al calor de la teoría del progreso han nacido las más variadas utopías que hoy nos pueden resultar fantásticas, ingenuas o crueles; pero el anhelo y el esfuerzo por conseguirlas ha empujado en muchos casos la historia hacia delante; y es que resulta difícil mejorar la realidad social y la política global sin utopías. El filósofo alemán Jürgen Habermas habla del "aguijón utópico" como el necesario motor de transformación de las realidades sociales; también de las transformaciones económicas, podemos añadir; sobre todo si consideramos los perversos efectos del progreso material.  


Por eso no podemos conformarnos ni aceptar sumisamente las realidades como si nada tuviéramos que ver con ellas; o como si con ellas no pudiéramos hacer nada. Dice William Blake que la utopía no es un reino que se conquista, sino un esfuerzo constante, y Gandhi señaló que no hay caminos para la paz, porque la paz es el camino; pues bien, si la paz universal es una utopía, el compromiso es el esfuerzo constante por conseguirla.

Y no hemos utilizado este término al azar, pues cada vez más la paz, va asociada a la justicia, a la igualdad, a la libertad, a la solidaridad y a los Derechos Humanos. Se mantiene la utopía cuando no se ha renunciado a estas ideas y se trabaja por ellas; porque aunque sea un sueño pensar en el reinado universal de tales palabras, no por ello es menos necesaria nuestra implicación en que eso ocurra. Implicación que pasa entre otros caminos por un educar y educarnos a través de la reflexión, la sensibilización y la escucha, para construir una sociedad que atienda, respete y valore la dignidad de las personas como miembros de una sola comunidad global por encima de diferencias étnicas, socioeconómicas, sexuales, culturales o de formas de vida.

Luchar por esta utopía no es un ejercicio de ingenuidad sino de madurez responsable y crítica; no podemos conformarnos, ni debemos desentendernos. 

Responsabilidad y compromiso son las actitudes que se nos demandan desde el dolor, la miseria, la injusticia, la exclusión, la violencia, la discriminación, el hambre, la explotación humana, el trabajo infantil, el analfabetismo, la intolerancia o cualquier otra clase de violación de los derechos humanos. 
   
Tanto el derrotismo como el escepticismo son injustos con la Humanidad más castigada, al tiempo que delatan una falta de responsabilidad con las generaciones posteriores. Desde el pesimismo entreguista lo único que aseguramos es que se cumpla la profecía más negra que fatalmente augura tal disposición de ánimo. Al final no quedaría otra satisfacción que la de lamentarse profundamente por haber acertado; maldita la gracia.  
Bien podemos afirmar que la verdadera literatura así como la educación más honesta no pueden ser auténticas sin tener la utopía como horizonte. (PM) A partir del artículo “el aguijón utópico” publicado en Peonza Nº 79-80

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