martes, 4 de febrero de 2014

La importancia de la pinza


A partir de los libros de arqueología prehistórica es difícil aventurar las implicaciones que la propiedad de andar erguido iba a tener sobre el desarrollo de nuestros antepasados los homínidos; y desde éstos hasta el ser humano actual. Pero moviéndonos de adelante hacia atrás y rastreando en los libros de prehistoriadores (Richard E. Leakey) y antropólogos (Gordon Childe), observamos que la propiedad de apoyarse sólo en dos pies tuvo unas repercusiones espectaculares.
Veamos: cambió la visión de la naturaleza y su lugar en ella. Se liberaron brazos y manos como soporte del cuerpo para el desplazamiento; esto posibilitó la utilización de las manos para recoger alimentos y transportarlos mientras se huía. A continuación empezaron a fabricar utensilios de madera, hueso o piedra (sílex) como prolongación de manos y brazos, lo que conllevaba una rudimentaria capacidad de abstracción (homo faber). Todo ello transformaría a aquellos homínidos propiamente recolectores en progresivamente cazadores; la dieta pasaba de ser insectívora y herbívora (gramíneas) a ser herbívora y carnívora con el consiguiente aporte de más calorías y un aumento de peso. 

La nueva situación favorecería las mutaciones de individuos que nacían con quijadas menos poderosas y pronunciadas (desapareció la dependencia de las duras gramíneas) y más envergadura corporal. La reducción de la mandíbula liberó espacio en la cabeza a favor del cerebro y favoreció que la laringe descendiera unos centímetros, paso éste necesario para la fonación. El mayor espacio del cerebro le permitió plasmar las sensaciones primarias que le proporcionaba la naturaleza: el miedo, el terror, la huida, el instinto de supervivencia (Damasio), rudimentos de emociones (mapas mentales) que se iban registrando en ese cerebro cada vez más complejo. 
La vida en grupo permitiría suavizar estas emociones y alentaría otras virtudes comunitarias como la cooperación y la comunicación (Homo Sapiens). Las nuevas condiciones de la laringe y del cerebro junto con la necesidad de mejorar la comunicación para la caza y la defensa en grupo permitieron los primeros balbuceos de un lenguaje gestual y gutural (Gordon Childe). El lenguaje que se retroalimentará en la tribu ensanchará mentalmente un cerebro ya equipado con emociones; y lentamente apoyandose en las palabras emergerá la capacidad de pensar y razonar. La necesidad de transmitir los conocimientos sobre la fabricación de útiles, las estrategias de caza y el sistema de comunicación lingüística hoy lo llamamos cultura.

Y el arranque de todo esto se sitúa en la capacidad de andar con dos pies como decíamos al principio. Ese fue el inicio que empezó a separarnos del árbol genealógico de las especies (Darwin); pero fue la capacidad manipulativa de las manos (homo habilis) la que a partir de ese estadio cobró todo el protagonismo; intervino en los utensilios, gestos, herramientas, símbolos, inventos, escritura, ingenios, mecanismos, automatismos y los avances actuales en todos los campos de la ciencia. 

Las manos han desarrollado la tecnología, el lenguaje y el cerebro.




  

Para ser más precisos, la clave de todo lo que aquí se ha explicado radica en esa pareja de dedos de cada mano cuya peculiar asociación ninguna otra especie disfruta. Hagamos la prueba, quitemos al hombre la forma en que se relacionan el índice y el pulgar, es decir quitemos al hombre la pinza y no habría podido desarrollarse ningún tipo de tecnología, ni la antigua ni la actual. A lo mejor es lo que les faltó a los delfines.

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