martes, 10 de marzo de 2015

ALGÚN DÍA ESTALLARÁ LA PAZ


No hay caminos para la paz;
la paz es el camino. (Gandhi)

Ciertamente hoy es una utopía hablar de paz como estado permanente y universal. A pesar del reconocimiento de las guerras como la mayor lacra del siglo pasado, nada nos invita a mirar con optimismo y pensar que vaya a ser menos cruel éste.
Sin embargo, no es posible mejorar la realidad social y política, la más cercana y la otra no tan lejana, sin utopías; los sueños son necesarios para transformar una realidad que nos incomoda por injusta. El filosofo alemán Habermás habla del "aguijón utópico" como el necesario motor de transformación de las realidades sociales.
Pero cada vez más la palabra paz, no puede conjugarse sin contar con las palabras justicia, libertad, igualdad y Derechos Humanos. Por tanto hablar de paz es hablar de compromiso con todos estos conceptos mencionados. Un compromiso que nos incumbe a todos; porque implica un educar y educarnos a través de la reflexión y el diálogo, la sensibilización y la escucha, para construir una sociedad que atienda, respete y valore la dignidad de las personas como miembros de una sola comunidad global por encima de diferencias étnicas, socioeconómicas, sexuales, diversidad de culturas y formas de vida. 

También se empieza a constatar una mayor vinculación entre Paz y Naturaleza; y de estas dos con Tercer Mundo. Y es que, como señala la Carta de la Tierra, "el mundo se vuelve cada vez más interdependiente y frágil", y siendo así, el futuro nos puede deparar grandes promesas pero también grandes riesgos. Por todo ello "debemos unirnos para crear una sociedad global sostenible fundada en el respeto hacia la naturaleza, los Derechos Humanos Universales, la justicia económica y una cultura de paz" (Idem).
Nuestra responsabilidad se convierte pues, en un compromiso hacia los que padecen injusticia o dolor, soportan la pobreza o la exclusión, sufren la violencia o la discriminación o son víctimas del hambre, la explotación humana, el trabajo infantil, el analfabetismo, la intolerancia o las violaciones de los derechos humanos.

Desde actitudes derrotistas no sólo no se puede mejorar la realidad, sino que permaneciendo en ellas, estaremos asegurando que se cumplan las profecías que auguran futuros pesimistas. Al final no quedará otra satisfacción que la de lamentarse profundamente por haber acertado. Maldita la gracia.

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