viernes, 18 de septiembre de 2015

Sin novedad en el frente
Autor: Erich Mª Remarque
Traductor: Manuel Serrat Crespo
Editorial: Edhasa, Barcelona, 2009

El detallado proceso interior de un soldado que con diecinueve años se ve envuelto en  los aires febriles de una atmósfera prebélica (y en una sociedad probélica), queda reflejado  magistralmente en esta novela.
Rápidos retazos nos hablan de ese convulsionado espíritu germano que convocó a la lucha en plazas, fábricas y centros universitarios. Aquel julio de 1914 un imparable entusiasmo belicista recorrió veloz las principales ciudades prusianas basando su argumentario en la fantasía teutónica de la salvación moral del mundo. 
Eclosionaba lo que se había estado preparando desde hacía unas décadas: el avance científico, la eficiencia técnica, la vanguardia artística y el delirio trascendente. Para ellos frente al corrupto liberalismo y la igualdad de los pueblos degenerados de Europa, se escondía el engaño y la esclavitud;  y como respuesta emergía un pueblo que buscaba su identidad y reclamaba el lugar preeminente que le correspondía en el concierto mundial acorde a su poderosa fuerza. Hermann Hesse había descrito al enemigo como el centinela de “una blandengue paz capitalista”. Lo que los alemanes querían cambiar del mundo era lo que los ingleses querían conservar de aquél. La modernidad se enfrentaba a la tradición, el choque de la cultura anglo-francesa con la germana. Y la guerra fue el doloroso parto de los tiempos modernos.
Erich Mª Remarke nos conduce de la euforia a la desmitificación; y lo hace con una eficacia apabullante a través del miedo, la muerte, el sacrificio, el dolor, la barbarie, la deshumanización, el horror, la indiferencia y la desolación que padecieron sus protagonistas.
Al final los que sobreviven de la pandilla reconocen que la guerra  les  ha cambiado; han perdido su inocencia, su ilusión y sus ganas de vivir, han perdido su fe en el ser humano. Se reconocen unos inadaptados en la sociedad que les formó para después arrojarlos a las trincheras
Se presenta así la guerra como el amargo despertar de una sociedad aburrida, inquieta que esperaba más y no sabía qué. Para Ernst Jünger la guerra fue “una gran idea cuyo brillo se apodera de la noche y de la sangre”.  Cómo no cambiar a los individuos si la I Guerra Mundial cambió a toda la sociedad y modificó la propia marcha del mundo más que ningún otro acontecimiento o circunstancias.  
Pero si la Gran Guerra cambió el mundo, también el mundo cambiaría la guerra a partir de ésta;  así se vería en la II Guerra Mundial con la movilización total y los ataques masivos a ciudades sin discriminar daños ni víctimas. Todo valía si contribuía a golpear la moral del enemigo. Algo de esto ya se empezó a atisbar en la Primera; aunque toda guerra es sinónimo de desgracia y destrucción ¡qué lejos quedaban las guerra de Napoleón! 
En fin la novela nos habla del horror de las trincheras frente a la locura de las cancillerías, ámbito este último que no por eludido queda menos aludido, señalado, censurado y responsabilizado.


Ciertamente el libro que comentamos merece un relectura atenta por quienes ya lo conozcan y una acertada elección para quienes se acerquen a él por primera vez. En ninguno de los dos casos el lector podrá salir indemne de esta lectura. 

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