martes, 8 de septiembre de 2015

LITERATURA CLÁSICA VERSUS LITERATURA DE DISEÑO (I)


Según el profesor Carlos García Gual "Clásico es un texto que ha sido leído por varias generaciones a lo largo de siglos con renovado fervor y que aún ahora puede releerse con intenso provecho, placer y simpatía, como si siempre le quedara algo más por decir, por su extraña profundidad y su perenne elegancia".

Aceptamos de buen grado esta definición y a partir de ella pretendemos desarrollar nuestras reflexiones acerca del fenómeno de la literatura infantil y juvenil. La obra de literatura clásica pues, debe ser añeja como los buenos vinos. Es el tiempo el que la pone a prueba; nada que objetar hasta aquí.

a.) El reto del crítico de literatura infantil y juvenil

Sin embargo no debemos conformarnos con esto ya que un clásico también puede ser el libro que habiéndose estrenado por la última generación, es decir que habiéndose

publicado recientemente se vean en él una serie de características que le aseguren una
larga vida de continuadas lecturas y relecturas por las futuras generaciones. 
El reto del crítico literario está en detectar cuándo un libro de primera aparición será un clásico;  cuándo el autor ha sido capaz de sintonizar con lo universal del individuo que atraviesa fronteras espaciales y temporales para llegar a las cuerdas más sensibles de cualquier generación y de cualquier época. En fin cuándo ese libro conecta con el hombre que llora y ríe, ama y odia, goza y sufre, juega y lucha, fracasa y consigue el éxito, sueña y vive, sobrevive y muere. Estas son las grandes pasiones de la humanidad y es su especial tratamiento mediante el lenguaje lo que las eleva a la categoría literaria.
 
Si tales reflexiones son aplicables a la literatura en general, se nos ocurre que alcanzan su mayor grado de oportunidad al referirse a la literatura infantil y juvenil. Se ha repetido muchas veces que esta literatura debe servir de puente para acceder hacia ese otro mundo de la literatura que no obedece a modas ni se proyecta como un traje a medida. Pero tampoco la debemos ver como un simple tránsito ya que tiene suficiente entidad en sí misma para que merezca ser tratada y analizada con el mismo rigor que la que comúnmente entendemos como literatura universal.

b.) El hombre es hijo del niño / la mujer de la niña

Haciéndonos eco de la reflexión de George Bataille, mediante la literatura recuperamos al fin la infancia; es la infancia recuperada que de forma tan lúcida y amena nos recrea F. Savater en el libro del mismo nombre. Y si aceptamos que una infancia lectora modelará el ser del futuro adulto, deberemos reconocer con Wordsworth que el hombre es realmente el hijo del niño. Por todo ello consideramos importante y necesario impulsar una crítica literaria del libro infantil más profunda y comprometida de lo que se viene haciendo. Una crítica que diferencie, que separe, que gradúe, que jerarquice la oferta bibliográfica cada vez más y más amplia, cada vez más inabarcable.

c.) Dos caminos que se encuentran

En estos momentos el lector tiene ante sí dos tipos de autores; uno es el encantador de serpientes, que integrante del desfile de la moda, encaramado a lomos del viento que más sopla o cómodamente instalado al sol que más calienta, utiliza sus habilidades de prestidigitador de las palabras y de ingenioso urdidor de situaciones y de historias para seducir a su público; y no se vea tono ofensivo o peyorativo en estas palabras ya que pensamos que este tipo de escritores juegan un papel fundamental; el otro es el autor que, por encima de corrientes y modelos prefabricados, está dotado de la facultad definidora de la esencia del ser humano gracias a su capacidad creadora y a la fuerza estética que impregna a la palabra de una autoridad capaz de irradiar los valores artísticos y literarios a través del tiempo.
   


Ambos cumplen una función cultural y estética importante, ambos divierten y emocionan, seducen y encandilan; es tarea del crítico literario discernir entre sendos tipos de autores y de libros, porque los dos son necesarios pero el primero de ellos solo, no sería suficiente y el segundo, sin el puente del primero, estaría en una orilla minoritaria. El segundo, en cambio, imprime a su obra la función estética que la eleva por encima de las demás.

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