martes, 15 de noviembre de 2016

Manipulaciones de la historia (El Caso de Casas Viejas)

La historia nos dice que dos años después de proclamada la II República, es decir en 1933, hubo una sublevación anarquista en  Casas Viejas un pueblecito de Cádiz. Guardias de Asalto al mando del capitán Manuel Rojas sofocaron la rebelión y arrasaron las casas del pueblo en donde se habían refugiado los últimos resistentes. Las órdenes habían sido cumplidas. Sin embargo a la mañana siguiente, antes de emprender el regreso a su acuartelamiento el capitán decidió dar un escarmiento general. Mandó que se fuera casa por casa y se detuviera a todos los varones, los llevó a la casa todavía humeante del Seisdedos, presunto cabecillo de la revuelta, y en el corral que había ante ella dio orden de fusilarlos a todos. El médico certificó que habían muerto en combate y el delegado del gobierno felicitó a Manuel Rojas.    

Este fue el comienzo del fin de Manuel Azaña según José Luis García Martín en el libro Lecturas buenas y malas (Editorial Renacimiento, Sevilla,2014). A partir de aquí periodistas afines al anarquismo (Eduardo de Guzmán, Ramón J. Sender) difundieron lo que allí había ocurrido y la derecha interpeló a Azaña Presidente del Consejo de Ministros en el Parlamento. Ausente el ministro de Gobernación, Casares Quiroga,  Azaña pidió información al subsecretario. Con los informes oficiales que recibió elaboró una respuesta ambigua y se negó a crear una comisión de investigación:”En Casas Viejas no ha ocurrido, que sepamos, sino lo que tenía que ocurrir”. Pronto se dio cuenta de que había ocurrido algo más “de lo que tenía que ocurrir” por lo que envió a un magistrado del Supremo. Y así logró que en 1934 se juzgara en Cádiz al responsable de aquella barbarie.

Sin embargo, este juicio fue aprovechado por la prensa de derechas y de la izquierda radical para arremeter contra Azaña considerándole un gobernante cruel que no dudaba en ordenar que se dispararan “tiros a la barriga” contra los pobres campesinos. Quedó esta leyenda y pocos se enteraron de lo que en realidad pasó en Casa Viejas y de lo que en verdad pasó en el juicio. 
Los diarios robados de Azaña y aparecidos en 1996 ya hablaban de su grave desinformación inicial. Los sumarios de los dos juicios que se celebraron sobre el caso se han revelado recientemente abundando en la misma idea. El análisis de todo ello para destruir una insidia y restablecer una verdad la hace Tano Ramos en El caso de Casas Viejas (Tusquets, Barcelona, 2012).

Interesante el origen de la frase “tiros a la barriga”. La utilizó Bartolomé Barba Hernández del Estado Mayor llamado a declarar por la defensa del Capitán Rojas.  Relató que esa fue la orden verbal que le dió Azaña cuando en 1933 ante los posibles ataques a los cuarteles de Madrid, le dijo “nada de detenidos, tiros a la barriga”. Nadie más escuchó esa frase, tampoco nunca la transmitió el citado mando, y de hecho no se cumplió ya que sí hubo prisioneros y heridos que se atendieron en el Hospital de Carabanchel. Además esto se refería a los posibles altercados de Madrid que nada tenían que ver los sucesos de Casas Viejas.  

Nada de esto importó a la prensa de derechas, que fue lo único que subrayó del juicio. El poder de la prensa convertía el caso de Casas Viejas en certero proyectil contra el político que mejor encarnaba a la República. Azaña, más que verdugo fue una víctima más de Casas Viejas; y la República también.

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