viernes, 14 de marzo de 2014

Leer no es solo leer literatura (II)

ESTRUCTURAS TEXTUALES Y FORMAS DE LECTURA (I)

A menudo cuando profundizamos en los textos buscamos su estructura, su armazón, ese esqueleto que se esconde tras las palabras y las frases, las da forma y sostiene su sentido; y enseñamos a los alumnos a detectar y analizar esa estructura interna, a desvelar su radiografía; pero, con frecuencia, olvidamos incitarles a pensar en cómo leer eso que estamos analizando; o quizás en cómo no debe ser leído.

Desde las diversas estructuras y los diferentes textos se llega a la conclusión de que no todos pueden leerse del mismo modo; y es conveniente recordar a este respecto que de la forma en que se afrontan algunos textos depende, muchas veces, la continuidad de su lectura.
  
Por ejemplo, hay textos de relato lineal y directo cuya única pretensión consiste en que sus palabras y frases sean consumidas con fruición satisfaciendo curiosidades anecdóticas o provocando emociones primarias; es esa "literatura de besuqueo entre autor y lector", en palabras de José María Guelbenzu. Sin embargo cuando estamos ante un texto en el que, como dice José Mª Merino, se utiliza el lenguaje, no para describir la realidad, sino para descifrarla, interpretarla y hacerla así más asequible, entonces la relación con el autor adquiere otras características; ciertamente debe producirse una conexión, pero en este caso el autor exige del lector un profundo interés por el texto, penetrar en su hondo sentido y desplegar su mente lectora con toda la inocencia para compartir el sentido lúdico, aunque también, con toda la astucia para detectar las claves que cree entrever y que se agazapan tras las frases.

En tales condiciones, el lector debe asumir propuestas que le pueden producir quebraderos de cabeza, le desmonten algunas de sus ideas preconcebidas o salga con un interrogante donde antes había una respuesta; he aquí una estirpe de lectores que aplica una forma especial de leer distinta, distinguida y distintiva; la estirpe de lectores que debemos formar y fomentar. 

 La relación entre la lectura de un texto y la calidad del acto intelectual que dicha lectura supone es clave para conseguir un resultado satisfactorio en el lector. Los abandonos en la lectura tienen tanto que ver con frustraciones en dicha relación como con la falta de interés y motivación; reconociendo además que desmotivación y frustración lectora son aliados naturales. Teresa Colomer nos recuerda cómo la teoría de la recepción insiste en que el texto no es el único elemento del fenómeno literario, sino que también se debe tener en cuenta la reacción del lector, resultando así que la respuesta afectiva del lector puede influir más en su comprensión del texto que la propia organización de éste.[1]
 

Por eso entendemos que hay que aprender a leer en diversidad de textos para que cada texto se lea como es debido. Borges consideraba que la función lectora era tan importante que llegaba incluso a determinar la naturaleza de los géneros literarios: “Los géneros literarios dependen, quizás menos de los textos que del modo en que éstos son leídos. El hecho estético requiere la conjunción del lector y el texto y sólo entonces existe.”[2]

  (Elaboración a partir del artículo "Leer es más que leer literatura" publicado en Peonza nº 92)

[1] Colomer, Teresa: La formación del lector literario. Fundación Germán Sánchez Ruipérez. Madrid, 1998 pp. 75 y siguientes. 
[2] Borges Oral. Editorial Bruguera. Barcelona 1980.  p.72

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