martes, 24 de febrero de 2015

La hora de los sensatos

Autor: Leopoldo Abadía
Editorial: Espasa, Madrid, 2009

Es la segunda parte del gran éxito editorial (La crisis Ninja) ya comentado aquí y firmado por este profesor del Instituto de Estudios Superiores de la Empresa (IESE).
Si en el primer libro nos explicaba las causas de la crisis, en éste intenta desentrañar las claves para superarla.

Pero no es tan fácil esa solución de continuidad que podría derivarse de ambas publicaciones, porque en la primera veíamos que la crisis la desataba el mundo financiero a partir de prácticas arriesgadas de créditos e hipotecas descabelladas organizadas en paquetes opacos y lanzados por Estados Unidos y Europa. Sin embargo en el libro que ahora comentamos no son los que provocaron la crisis los que intentan superarla, sino los que hasta ahora habían sido sujetos pacientes, convidados de piedra. Por eso no hay continuidad entre crisis y soluciones, entre un libro y otro, sino ruptura y decepción. Es más fácil hacer un diagnóstico que elaborar un pronóstico, más fácil analizar lo que ha pasado y ver donde estamos, que proyectar lo que queremos que pase y saber cómo hacerlo.
En La hora de los sensatos el profesor Abadía propone soluciones de sentido común, bajo un punto de vista optimista, positivo y desde una perspectiva liberal. 
El problema es que todo el argumentario se basa en el buenismo de las personas, en la comprensión mutua, solidaridad universal y fraternidad comunitaria. Es la defensa del bien común desde la voluntad e iniciativa personal, individual; se apoya en las buenas intenciones, el voluntarismo, la ética política y el civismo ciudadano. Y destaca la importancia del emprendedor en este escenario que él dibuja, el que desarrolla una iniciativa privada y forma una empresa, el que creará riqueza y favorecerá la formación de puestos de trabajo.
Don Leopoldo se nos viene arriba y se atreve hasta con un programa de gobierno (de andar por casa); hace que la práctica de la gobernanza parezca sencilla, simple, natural, sin contradicciones, sin confrontación de intereses; algo así como si todo el pueblo español fuera un colectivo homogéneo que remara en la misma dirección; incluso como si la comunidad europea fuera realmente una comunidad o la globalización fuera una arcadia.

Quizás al pretender hacer un ensayo en un estilo sencillo, desde la mesa de un bar, y manejando conceptos de la vida cotidiana, sea más fácil explicar ciertas cosas que nos atañen de cerca, pero hemos de reconocer que hay decisiones en economía que están por encima incluso de gobiernos, que hay poderes que se escapan al control ciudadano, que hay ciudadanos que se escapan al contro de cualquier poder democrático y en definitiva que hay intereses que nada tienen que ver con los que conforman la vida cortidiana. Por eso es difícil pretender explicar el funcionamiento de la economía global con conceptos de la economía doméstica, sin frivolizar aquélla; o ésta.

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