viernes, 10 de abril de 2015

La lectura como gimnasia de mantenimiento (II)


De la galaxia Gutemberg al universo ciberespecial
Parece estar fuera de toda duda que el medio Internet modifica los hábitos intelectuales, ya que éstos son fruto de la repetición y de la práctica cotidiana; y que los nuevos hábitos repercuten en determinadas habilidades intelectuales es lo que el debate pone en juego; como algunas de esas habilidades tienen que ver con la calidad de la lectura, ésta también está en juego ya que sería una de las actividades intelectuales que más se modificaría con este cambio de hábitos.    

Recordemos que Roger Chartier ya nos advirtió de que cada etapa histórica desarrolla unas formas de lectura y de apropiación de sentidos acordes con la manera de crear o producir textos; y según esto nuevas prácticas lectoras implicarían nuevas formas de pensar o nuevos patrones de pensamiento.[1] Vemos que desde varias perspectivas se confluye en una misma idea: que las formas de lectura están cambiando; quizás sea más difícil saber en qué dirección lo hacen.

Las prospecciones del futuro de la sociedad que se han concebido a lo largo de la historia, no han resultado en general muy acertadas. Suele suceder, además, que cuando se proyectan mundos pesimistas futuros tendemos a idealizar la época presente. Por ejemplo, al preocuparse por el pensamiento profundo de las generaciones próximas podría dar la sensación de que esta práctica es habitual en las presentes; al hablar de amenazas a la calidad lectora podría suponerse que la sociedad actual practica mayoritariamente un grado de madurez lector óptimo.  

Las actividades de mantenimiento
Supongamos que alguien, desde un pasado más o menos lejano, hubiera teorizado sobre los efectos a medio y largo plazo que el maquinismo iba a tener sobre los organismos humanos de las generaciones futuras. Ciertamente las máquinas vendrán a liberar al hombre de numerosas servidumbres, habría dicho nuestro agudo observador, pero, a cambio, los nuevos hábitos de trabajo repercutirán en un tipo de vida cada vez más sedentaria; y con esta nueva situación, habría continuado, los organismos humanos estarán más expuestos al aumento del colesterol y de glucosa en la sangre, al aumento de la tensión arterial, a la acumulación de grasas, a la obesidad, al insomnio y a la depresión. Además, habría añadido nuestro sagaz comunicante, las generaciones futuras serán más vulnerables ante las enfermedades cardiovasculares y algunos tipos de cáncer; sin olvidar que la reducción del esfuerzo físico disminuirá la fuerza y resistencia muscular y esto, a su vez, repercutirá en la capacidad funcional para realizar otras tareas de la vida cotidiana.
  

El lector se habrá dado cuenta de que nuestro perspicaz personaje tenía conocimientos de medicina por lo que a continuación habría recomendado seguir realizando ejercicios físicos por otra vía, ahora que la literalidad de la maldición bíblica (ganar el pan con el sudor de la frente) perdía vigencia.

Hoy vemos que las sociedades postindustriales han visto esa necesidad y han seguido ese consejo; la práctica de actividades al aire libre o en centros deportivos ha ido tomando cada vez más fuerza entre la población hasta convertirse en un hábito saludable. Ya nadie duda de que el ejercicio físico y el deporte son altamente beneficiosos para el desarrollo y mantenimiento del tono muscular y funcional del organismo; es una cuestión de salud y de calidad de vida.           
Pues bien, aunque las repercusiones de los cambios físicos y fisiológicos no significan lo mismo que los cambios en el sistema neuronal, en líneas generales podemos llevar adelante la comparación aplicando similares remedios.
Se trataría así de desarrollar y robustecer hábitos mentales; de fomentar ejercicios que refuercen las habilidades intelectuales que la cultura ciberespacial descuida; y, en definitiva, de tomar conciencia de la necesidad de estimular y mantener las capacidades cerebrales. Como en el caso anterior, tales ejercicios son altamente recomendables por una cuestión de salud (mental) y de calidad de vida.  


Y aquí es donde la lectura puede jugar un papel importante; pero no cualquier lectura, sino la alta lectura, la mejor lectura posible, la que incita a la reflexión y fomenta el pensamiento profundo. Esa lectura es y será la mejor gimnasia de desarrollo y mantenimiento neuronal.




[1] Chartier, Roger: Historia de la lectura en el mundo occidental. Editorial Taurus, Madrid, 1998.

No hay comentarios:

Publicar un comentario