viernes, 19 de junio de 2015

El malestar en la globalización
Autor: Joseph E. Stiglitz
Editorial: Taurus, Madrid, 2002

La trayectoria profesional de Stigulitz le legitima para publicar un libro cuyo título es ya toda una declaración de intenciones; y  de principios.
Ha sido asesor del presidente Clinton y economista jefe del Banco Mundial (1997-2000). Es profesor de la Universidad de Columbia y recibió el Premio Nobel de Economía en 2001. Estaba en el Banco Mundial cuando estalló la crisis en el Este asiático y como él mismo dice “comprobé de primera mano el efecto devastador que la globalización puede tener sobre los países en desarrollo, y especialmente sobre los pobres en esos países”.   

El libro repasa la función y actuación de las tres instituciones globales que capitanean la economía globalizada. El Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y la Organización Mundial del Comercio.
El FMI tiene como tarea principal asegurar la estabilidad económica global; o sea evitar crisis, de la misma manera que la ONU nació para evitar guerras. 
El FMI que se mantiene con el dinero de los contribuyentes de todo el mundo, en función del peso económico de los respectivos países, presta dinero a los países necesitados sólo si emprenden políticas de recortes; pero aunque los países no acudan al FMI están sometidos (intimidados) a una especia de calificación para que puedan lograr acceso a los mercados internacionales de capital o para condonarles la deuda. El BM por su parte, tiene como objetivo la erradicación de la pobreza. Pero por lo general los programas de ambas instituciones son dictados desde Washington y en general ha predominado la ideología liberal es decir el fundamentalismo del mercado.
 La OMC es distinta a los dos anteriores: no fija las reglas, sino que proporciona el foro donde tiene lugar las negociaciones comerciales y garantiza que los acuerdos se cumplan. Generalmente son acuerdos de liberación de barreras arancelarias, de apertura de mercados nacionales, en definitiva de fomento del comercio internacional.

Nuestro autor carga la mayoría de su crítica contra el FMI que en el fondo se comporta con la misma lógica que los banqueros; es decir que prefieren prestar a quienes realmente no necesitan el dinero.

En definitiva, para Stiglitz, la globalización no es buena ni mal. Podría hacer un bien enorme y algunos países sí se han beneficiado, pero para otros ha significado un desastre sin paliativos. El Nobel Stiglitz piensa que puesto que la globalización está aquí para quedarse, puede ser rediseñada para que redunde en beneficie también de los países más pobres. Por eso defiende hacer una globalización con rostro más humano, cambiando la filosofía (ideología) de las instituciones mencionadas.

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