martes, 10 de octubre de 2017

Elogio del papel (Contra el colonialismo digital)

Autor: Roberto Casati
Traductor: Jorge Paredes
Editorial: Ariel, Barcelona, 2015.  16,90 €

En los años ochenta del siglo pasado cierto sociólogo de la educación imaginaba que si un ciudadano de la antigua Grecia apareciera de pronto en la sociedad, se deslumbraría ante los cambios de la vida moderna: las ciudades, la tecnología agrícola e industrial, los bienes de consumo o los avances de la ciencia le causarían un hondo impacto. Sin embargo, se maliciaba, existía un lugar que el griego reconocería como familiar porque apenas había cambiado en los veinticinco siglos transcurridos: la escuela. Esta consideración que en aquellos años era contemplada como una crítica al abandono institucional de los colegios en materia tecnológica, hoy podría revertirse; a modo de provocación, incluso podría contemplarse como un valor cierta austeridad tecnológica en el desarrollo de algunas clases actuales. El cultivo del saber, que no solo es información, ni únicamente conocimiento, no requiere muchos recursos técnicos, sino suficientes y cualificados recursos humanos. La derivada de estas reflexiones conecta con la línea de pensamiento del libro que presentamos aquí.  


Roberto Casati es especialista en filosofía de la percepción e investigador del CNRS (Centre National de la Recherche Scientifique) de París, institución de referencia en Europa.  Aunque en la portada del libro figura como director de dicho organismo, la propia editorial pide disculpas en una fe de erratas de su página web por la confusión en el cargo que ocupa.

Una de las afirmaciones más polémicas del autor es que la tecnología digital nos está robando la lectura. Según él, la continua expansión de los ingenios digitales amenaza con invadir todos los espacios de la sociedad y todos  los tiempos del individuo. Y esta situación, añade, pone en riesgo no la lectura corriente, sino la práctica de la lectura atenta, profunda y reflexiva, la lectura de inmersión según sus palabras. Él diferencia entre los efectos, generalmente beneficiosos, que produce el ordenador,  frente a los, ciertamente perjudiciales, atribuibles a los smartphones y las tablets, con su afán centralizador, del todo-en-uno y del mundo-en-el-bolsillo.  


El matiz no es menor, ya que para este filósofo, el ordenador puede y debe ser una herramienta de producción intelectual mientras que las tabletas lo son de consumo; es decir que aquel estimularía lo que estas adormecen. También cree que las  tabletas terminarán sustituyendo a los libros electrónicos, y, como artefactos de distracción que son, acabarán convirtiendo toda lectura en una variedad más de entretenimiento. Y es que, según Casati, estos dispositivos no ofrecen un contexto propicio para la lectura, y desde luego menos para un ensayo, porque cuando leemos en ellos entramos en modo zapping incluso a nuestro pesar, asegura.
Del mismo modo,  alerta sobre la reducción del tiempo de lectura al tener que competir esta actividad con la constante invitación de las redes sociales. Suma así una más a las razones  por las que tampoco le parece prudente que toda la tecnología digital permanezca en manos de unas pocas corporaciones empeñadas en introducirse directamente en la mente de los lectores; y sentencia, el riesgo radica en que un puñado de empresas privadas  está colonizando toda la sociedad, creando nuevas necesidades y conquistando fácilmente el tesoro de los jóvenes: su atención.

Por todo ello, considera que el entorno digital que nos envuelve está haciéndose cada vez más hostil para la lectura de libros, dado que esta debe competir con un gigantesco escaparate que busca producir consumidores compulsivos.

Sin embargo, y a pesar de estas consideraciones, nuestro autor no quiere ser encuadrado entre los tecnófobos e insiste en la importancia de estas tecnologías que él utiliza asiduamente. Lo que pretende es atajar el secuestro sistemático de la atención que supone su utilización indiscriminada. Por eso le parece fundamental resguardar el espacio educativo de esta invasión tecnológica. Cree que de esta forma se podría asegurar la supervivencia y la enseñanza de una lectura de calidad, una de las principales tesis de este ensayo. Porque, más que nunca, la escuela “hoy debe enseñarnos a leer mucho y en profundidad”,  afirma.  Y el libro de papel,  favorecedor de importantes ventajas cognitivas (atención, profundización, reflexión, aprendizaje de conceptos complejos), contribuye óptimamente  a esa mejor forma de lectura.

También nos pone en guardia sobre el uso abusivo de la digitalización en el aula porque le preocupa que dicha colonización se apodere de la educación. Y por eso, para este autor, el libro y la escuela tienen que ser los elementos clave de la resistencia a dicha invasión, los encargados de proteger a los alumnos, dado que la sociedad se inhibe.
Así mismo, le parece un grave error la introducción institucional y de manera irreflexiva de estas tecnologías en los centros docentes. Por el contrario, cree que estos deben promover momentos y espacios protegidos favorecedores del silencio, de la lectura de inmersión y de la concentración personal.  
 
Quizás algunas afirmaciones puedan resultar discutibles, pero en ningún caso son ligeras,  frívolas o carentes de fundamento. El observatorio de investigación en donde se fraguan y la autoridad profesional de quien las emite elevan la relevancia de lo afirmado. Si al mismo tiempo sirven para reflexionar sobre las buenas prácticas en la lectura, siempre son oportunas.


Por lo demás, y volviendo a la reflexión inicial, no solamente el ciudadano de la Grecia clásica se quedaría aturdido ante la sociedad actual, también se quedarían desconcertados Pitágoras o Platón en nuestras aulas. La duda que nos puede asaltar es si esto último es lo que más conviene. 
(Publicado en Peonza nº 116 . Marzo 2016)

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