martes, 17 de octubre de 2017

Elogio del texto digital (Claves para interpretar el nuevo paradigma)

Autor: José Manuel Lucía Mejías
Editorial: Fórcola. Madrid, 2012

Oralidad y escritura son para el profesor Lucía Mejías dos caras de la misma moneda, el conocimiento; y la tecnología sobre la que  se apoyen ambas nos muestra las distintas formas de codificar ese saber. Con la escritura se guarda el conocimiento, pero se resienten las potencialidades de la oralidad. La primera oralidad (base de la cultura de occidente) tendría su desarrollo en la cultura griega anterior a Platón, siendo Socrátes su epígono más ilustre. El segundo gran momento de la oralidad se produjo en el siglo XX donde tiene lugar la explosión de los mass media  basados en la palabra hablada: teléfono, radio, cine, televisión.   
Pues bien, para el autor de este ensayo, el texto digital combina las propiedades de estos media (la oralidad) con una nueva escritura, resultado de la transformación de la anterior al añadirla la interacción. Por eso no se trata de un mero cambio de soporte, como pudo significar el paso del rollo al códice, ni es comparable a la aparición de la imprenta, que no significó ningún cambio en los modos de creación textual ni de forma de lectura; ahora lo que cambia con el texto digital, sobre todo, es la apertura a la oralidad que conlleva la interacción. El texto digital compartiría a un tiempo “algunas características del texto escrito y del texto oral. Y en estas nuevas posibilidades de expresión (que tienen que ver con los fundamentos de nuestra sociedad, de nuestro modo de entender el pensamiento, la transmisión del saber y el conocimiento) se sitúa el espacio donde encontrar las claves para comprender por qué el texto digital puede ser una revolución en los próximos años, cómo está cambiando algunos de nuestros hábitos de lectura y de comprensión sin darnos cuenta.”
El autor hace un estudio sincrónico revisando la Grecia antigua, siguiendo con la biblioteca de Alejandría, la cultura medieval, la invención de la imprenta hasta llegar a mediados del siglo XX tras la Segunda Guerra Mundial.  La necesidad humana de acumular conocimientos ha sido una constante en la historia de Occidente; y la Biblioteca de Alejandría fue un gran hito; no solo almacenaba los textos, sino que los acompañaba de comentarios críticos. Lo que se empezó a buscar desde la segunda mitad del siglo pasado no solo era almacenar todos los textos significativos, sino relacionarlos todos entre sí al tiempo que el usuario pudiera interactuar con todos ellos. La literatura universal se convertiría en un gigantesco documento global (hipertexto) conectado con enlaces y al alcance de todos.  

El texto digital es la síntesis de una nueva oralidad y una nueva textualidad; y se ha de traducir en nuevos modos de creación, de conservación y de difusión del conocimiento. (Y de recepción añadimos nosotros).
Aquí está la verdadera revolución, el cambio de paradigma. Por eso, añadirá, ante esta situación el debate sobre el libro de papel/libro electrónico es anticuado, estéril que solo sirve para desviar la atención de lo verdaderamente importante: utilizar, explorar las potencialidades del mundo digital e innovar con todas ellas.
De ahí que le parezca trasnochado seguir hablando en términos apocalípticos de la desaparición del libro de papel, como se hacía en las últimas décadas del siglo XX; piensa que lo mismo pasará con “los tópicos que todavía contraponen el placer de la lectura de un libro, el olor de su papel y su tinta, a la frialdad de la lectura electrónica”.
Frente a los que temen por la pérdida definitiva de los textos tradicionales el autor argumento que por el contrario merced a los hipertexto todo puede estar relacionado, enlazado, de modo que los textos tradicionales pueden convertirse en hipertextos y formar parte de las diversas opciones del lector de hoy y del futuro. Nunca han estado más a salvo.  

Frente al miedo al futuro se acoge a la sentencia de Allan Kay de que la mejor manera de predecir el futuro es inventarlo.
En este sentido critica las limitaciones que en el mundo hispánico se están poniendo a las innovaciones de los e-readers y que nos impiden ver más allá de del presente; como si nuestro “ecosistema literario” fuera eterno o tuviera que ser el definitivo, cuando tan solo cuenta con doscientos años de vida. Se pretenden frenar las grandes ventajas de los nuevos soportes en cuanto a la posibilidad de ampliar la distribución y el acceso a los textos, frente a los inconvenientes de libro analógico, que requiere mayores costes de producción, mayor consumo de materia y energía, necesita almacenaje y es más costosa su distribución.  Y es que para nuestro autor la industria editorial en España no está pensando en el futuro, sino en el modo de mantener el mayor tiempo posible sus modelos y cuotas de mercado del libro. En vez de predecir el futuro inventándolo se le quiere convertir en espejo del pasado.
Cree el autor que la raquítica evolución del libro digital en España tiene que ver con el temor de las editoriales a que su difusión les arruine; encareciendo los precios de las ediciones digitales tratan de obstaculizar su expansión; pero cree que lo que consiguen es que aumente el número de descargas ilegales.


JM Lucía vislumbra ese futuro en el que esa escritura impuesta por el modelo de transmisión del libro impreso, donde el lector no puede interactuar, ceda paso a los nuevos productos textuales en formato digital donde se fomenten otros modelos de comunicación entre el autor, el texto y el lector.
La tecnología de la escritura que se impuso en la Grecia postsocrática cierra los textos, los congela para el lector.
El texto digital ofrece un nuevo modelo de textualidad que aúna los dos aspectos esenciales que oralidad y escritura tienen por separado: la interacción con el receptor y la conservación del mismo texto; al tiempo que multiplica la capacidad de difusión.
Y así distingue en la digitalización textual una gradación: 1) La reproducción digital de un manuscrito o un libro impreso. 2) La creación de textos digitales para ser difundidos en un medio impreso. 3) Lo que propiamente sería el texto digital pensado para una pantalla y en la que se trata de aprovechar las posibilidades de la hipertextualidad, de la interactividad y de relación de la información en varios niveles (estructural y semántico).

Ahora nos encontraríamos en la primera fase de la definición y difusión del texto digital, en la que se ha primado la acumulación de información, habiéndose  avanzado también en la universalización. En una segunda fase según el profesor Lucía se han de crear nuevas arquitecturas de la información, nuevos modelos de relación de esta información, así como nuevas formas de difusión y de participación.
Para acercarnos a esta propuesta sugiere tres conceptos: Hipertextualidad, como la utilización de vínculos,  interactividad como las posibilidades del usuario de influir en la expresión textual, e hipermedialidad como la posibilidad de integrar diversos medios.
El hipertexto se presentaba ya en los noventa como la panacea de un nuevo modelo editorial, especialmente en la campo de las ediciones académicas, al permitir la actualización continua de los materiales presentados; también en el diseño de la presentación de sus materiales para ofrecer varios niveles de lectura y análisis según las inquietudes y necesidades del lector.
El camino del futuro para nuestro autor pasa por ser capaces de crear nuevos modelos de difusión y de relación de la información, aprovechando sus ventajas antes que imitando los modelos analógicos. Propone el concepto de plataforma de conocimiento como medio global para la creación, conservación, difusión e interacción con los textos.
Y cree que las aplicaciones de la web 2.0 son las que más ventajas ofrecen a un servicio continuamente actualizado, que mejora cuanto más gente lo usa; es el conocido como “software social” esa arquitectura de la participación que utiliza y remezcla los datos de múltiples recursos, creando una arquitectura de participación en red y que ofrece experiencias de usuario cada vez más ricas. Ejemplos de resultados serían la Wikipedia, Google Maps, YouTube, sin olvidar los blogs, las wikis, los foros, o las redes sociales como Facebook o Twitter.
Estaríamos pues ante un nuevo usuario, que demanda la interactividad como principio básico para acceder a la información.  


En el caso de las “bibliotecas digitales” Lucía se plantea si ya ha llegado el momento de superar este concepto, para impulsar un nuevo modelo en que la información, el conocimiento, la participación, el trabajo, la conservación y la difusión vayan de la mano; y todo ello con estructuras que potencien la hipertextualidad, la interactividad y la hipermedialidad. Se trataría de una transición que se haría desde el diseño de nuevas arquitecturas de la información que transformaran nuestras “bibliotecas digitales” en verdaderas “plataformas del conocimiento”. Aquí es donde se apreciaría el cambio de paradigma; porque frente a la acumulación de la biblioteca digital ahora se da un paso más para convertir el conjunto de materiales y utilidades en una unidad hipertextual, donde todo el material esté interrelacionado y así conseguir esa “plataforma de conocimiento”.
Y es que en realidad, para el profesor Lucía Mejías, estamos en los albores de la textualidad digital, en la fase del “hipertexto incunable”, aunque el cambio ya lo están marcando “los millones de nativos digitales en todo el mundo que se están incorporando a la enseñanza, a la sociedad, al trabajo, y que demandan nuevos modelos de relación con la información y el conocimiento y nuevos modelos textuales”. Esta digitalización de la palabra será la que permita el desarrollo de todas las posibilidades  de la oralidad y la textualidad en una única propuesta.

En definitiva, el libro constituye una apuesta razonada y razonable por el futuro de la escritura digital, ahuyentando temores y abriendo el texto digital a las numerosas posibilidades que se abren para el usuario. 

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