jueves, 23 de mayo de 2013

Ojitos de ángel



Autor: Ramón Fonseca Mora
Editorial: Alfaguara, Madrid, 2010. 8,50€

Un poderoso promotor inmobiliario, puntal de la sociedad, soberbio, iracundo, persona intolerante, prepotente y rodeado de una vida de lujo despierta en un humilde hospital público tras el vago recuerdo de un accidente; su delicado estado de salud obligó a llevarlo al centro hospitalario más cercano y ahora la misma gravedad de su situación aconsejan no moverlo de allí: es un hospital de caridad, ubicado en medio de un barrio pobre de las afueras de una ciudad centroamericana (Panamá) donde los contrastes entre grupos sociales son muy acusados.

Para colmo de su indignación debe compartir habitación con una niña de familia muy humilde, de rasgos indígenas, cuerpo famélico y macilento pero con unos ojos grandes, luminosos, unos ojos particularmente hermosos. Mechi se llama esta dulce niñita,  candorosa, alegre, observadora y serena que afronta la posibilidad de su temprana muerte  sin ningún temor. 
En cambio a él la muerte le sobrecoge, le llena de miedo, “es descender a un pozo y saber que su abertura será tapiada”.

Por otro lado hombre está perplejo de que siempre que inicia una conversación con esa criatura lo hace a desgana porque ella le interpela pero finalmente se anima y se sorprende de que terminen hablando de temas profundos.

A pesar de su riqueza se siente solo; no van a visitarlo ni su esposa, ni su amante, ni sus amigos compañeros de fiestas; pronto cae en la cuenta de la superficialidad de sus amistades que no han hecho otra cosa que  compartir aburrimientos;  comprende al fin que no tiene verdaderos lazos de afecto con nadie y que si se muere nadie lo echará en falta. En cambio observa que la niña vecina está rodeada del amor y de la ternura que la colman las visitas de sus familiares.

Pronto descubrirá que esa niña que le anima y le reconforta, ha sufrido y ha visto mucho sufrimiento a su alrededor;  eso ha debido ser lo que la ha procurado una madurez precoz. Por eso sus interpelaciones y sus respuestas le conceden a ella, a veces, una seriedad y una profundidad que no parecen propias de su edad; tan ingenua y tan madura a la vez. Y es que nuestra protagonista le plantea cuestiones que van directas al corazón, que escarban en lo más profundo de su ser haciendo que le surjan emociones que él no creía tener. Un relato conmovedor. (PM) Publicado en Peonza Nº 102


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